La huella hidricaConcebida en 2002 por Arjen Hoekstra, experto del Instituto UNESCO-IHE, la teoría de la huella hídrica o huella del agua plantea que consumidores, empresas e instituciones realicen un conteo exacto sobre la cantidad de agua utilizada en la fabricación y uso de productos manufacturados, teniendo en cuenta el consumo total de agua, las características del clima y la eficiencia al utilizar este recurso. Por ejemplo, una camiseta de algodón tiene una huella de 4.100 litros de agua gastada en su fabricación, una hamburguesa 2.400 litros y una taza de café 140 litros.

De la huella hídrica al agua virtual

Pero además, la huella de agua se encuentra relacionada directamente al concepto de agua virtual. Una teoría desarrollada por John Anthony Allan, investigador del King's College de Londres, que pretende contabilizar el agua empleada en elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo y se desarrolla a partir de la suma de los productos consumidos y su equivalencia en agua virtual. Haciendo un cálculo per capita aproximado, se puede afirmar que cada persona gasta de media entre 2.000 y 5.000 litros de agua virtual por día. Esto hace necesario que los ciudadanos tengan claro la «insostenibilidad» de una población que aspira a consumir más agua de la que existe.

Si el cálculo es por país dentro de un contexto de comercio global, la huella hídrica desvela el uso de agua por habitante, tanto nacional como importada, usada para producir bienes de consumo. Es decir, según esta medición, Estados Unidos es el país que mayor huella hidrológica tiene por habitante y año con unos 2.500.000 litros, seguido de los países del sur de la Unión Europea, entre los que se encuentra España.

Un reciente estudio realizado por la Universidad Politécnica de Madrid demuestra que en España el agua para beber oscila entre 2 y 5 litros diarios, para higiene y tareas domésticas entre 50 y 200 litros y, que en comparación con el agua virtual usada, es una pequeña parte, pues esta asciende a los 2.740 litros consumidos diariamente, que son mucho mayores a los recursos hídricos con los que cuenta el país.

¿Pero de dónde viene el agua? El estudio advierte que la enorme huella hídrica española se debe a un balance negativo entre el agua exportada e importada, pues del millón de litros consumidos por habitante al año, recibimos del exterior unos 350.000 litros por persona. Además, los españoles usan el 90% del agua para alimentarse y sólo el 10% para el resto de bienes y servicios.

Consejos y advertencias

John Anthony Allan no se queda sólo en la medición, también ofrece consejos y medidas prácticas para consumidores y Estados, como el denominado comercio de agua virtual. No se trata, como a primera vista se pudiera pensar, de enormes tuberías transportando agua física de un lugar a otro, sino del comercio internacional de productos agropecuarios para comida, como es el trigo o la carne a los que se destina una enorme cantidad de agua para su producción.

En este sentido, el comercio de agua virtual, aunque pueda beneficiar a algunos países, también puede perjudicar a otros: este recurso, en definitiva, es gastado en algún lugar del planeta y la ganancia de unos es la pobreza de otros. A modo de advertencia, se pide a los países que realicen ajustes para aplicar a los usuarios el verdadero precio del agua, así como la toma de medidas sobre la eficiencia en el consumo. Por ello, algunos expertos sugieren programas específicos de concienciación y hasta un etiquetado de los productos con la cantidad de agua virtual empleada, al igual que se está comenzando a realizar con la huella de carbono.

También propone cuatro factores principales que explicarían los altos valores de la huella del agua:

• el producto nacional bruto per capita, que, cuanto más alto es, más agua se consume,
• la dieta alimentaria y el uso de productos industriales, como en Estados Unidos, donde el consumo de carne es tres veces superior a la media mundial,
• el clima, que en países con fuerte evaporación requieren más agua, lo que explica huellas ecológicas altas de países pobres como Malí, Chad o Sudán, y
• la baja eficiencia agrícola en el uso del agua, como la producción de arroz de Tailandia es de 2,5 T/ha, mientras que la media mundial es de 3,9 T/ha.

De este modo, Allan convierte a los consumidores en el eje impulsor de la cadena, ya que al aplicarse programas de concienciación el individuo reconocerá los productos con menos agua virtual para, luego, exigir leyes que apliquen sistemas más eficientes de gestión del agua o etiquetados en los productos con la cantidad de agua virtual empleada.

Una razón más para la aplicación de dichas medidas es que para el 2020, según la ONU, el agua escaseará para más de 250 millones de personas en todo el mundo y, de darse esta situación, los conflictos no serán por petróleo, sino por el agua.

Fuentes: Twenergy / Econoticias / Ecología verde / Flickr

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