“Bienvenidos a mi granja”, nos recibe Nordström. “Somos únicos en Europa”. Y ello se debe precisamente a que su “interés principal es la ciencia llamada etología”, añade. Ésta es la rama de la biología y de la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales en el medio en el que se encuentran. “Mi mayor preocupación es el bienestar de los animales, velar por sus derechos”, nos contará.

Así, no se interpone en la vida del ganado, la piara o los rebaños que campan libremente en su propiedad de 220 hectáreas, pues “éstos viven en una estricta jerarquía”. Tampoco altera sus relaciones, como separar a las hembras de sus crías tras el parto, y jamás utiliza químicos. En caso de enfermedad, si es necesario el uso de antibióticos de ese ganado no se aprovecha su carne “ni tampoco aceptamos su leche”, añade. “Todo aquí se hace junto con la naturaleza”, nos explica. Aunque, por supuesto, “seguimos los controles que establece la Unión Europea”, aclara. 

Por eso, cuando se desató el fenómeno (y el pánico) del mal de las ‘vacas locas’ este peculiar granjero estuvo bien tranquilo sabiendo que su ganado estaba a salvo. Es más, fue el único en la región más septentrional de Suecia que pudo seguir vendiendo la carne de su ganadería. Gran parte de sus productos se comercializan en la tienda de esta tradicional granja, con panes y quesos deliciosos, que también cuenta con alojamiento y uno de los mejores restaurantes ecológicos del país.

Todo es eco-sostenible. Desde vehículos eléctricos para desplazarse, pasando por la fabricación de biocombustible, hasta lo que se sirve en la mesa de los huéspedes. Y lo que no se puede producir se compra pero siempre con origen ecológico certificado. Su amor por los animales, respeto por el medioambiente y preocupación por las generaciones futuras se anteponen al rédito económico. Sus costos son el doble que los de la agricultura convencional, ya que su rendimiento es menor y más lento. 

Pero a Nordström, que nació en el seno de una rica familia de armadores suecos y para disgusto de su padre prefirió los animales antes que la navegación, le compensa. Y lo sabe desde niño: regresó del internado en Londres, y de vuelta en Suecia se unió al movimiento ecologista y estudió agricultura. Junto con su esposa y sus dos hijos, Niclas y Mathias, llevan la granja de Ängavallen desde hace más de 40 años.

Para visitas y más información: www.angavallen.se/en.

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