Los rickshaws eléctricos comenzaron a circular por las calles de Delhi en 2013 con el respaldo del Gobierno local, que veía en ellos una solución a los feroces problemas de polución que sacuden a la capital india. De la noche a la mañana, miles de e-rickshaws se plantaron en las salidas de las paradas de metro o estaciones de tren con el fin de realizar el trayecto de «la última milla», aquel que traslada al usuario hasta su casa o puesto de trabajo.

«Además son muy baratos. Por un trayecto de 1 kilómetro solo cobran 10 rupias (unos 15 céntimos de euro), mientras que un rickshaw normal cobra 25 rupias (unos 35 céntimos)», explica a Planeta Twenergy Dinesh Goyal, director de la empresa india de e-rickshaws Speego, desde su oficina en el noreste de Delhi.

Sin embargo, solo un año después, los e-rickshaws desaparecían de la pradera de asfalto de la capital india con la misma rapidez con la que habían surgido. El motivo: la Corte Suprema de Delhi los prohibió debido al vacío legal en el que se hallaban, al no estar incluidos en la ley de Vehículos de Motor, lo que suponía que no podían ser sometidos a controles de seguridad, recibir multas o poseer un seguro de accidentes.

Pero siguiendo el ciclo de reencarnaciones propio de estas latitudes, el Ministerio de Transportes indio impulsó una enmienda a la ley de Vehículos de Transporte, ratificada en marzo por el Senado, con la que se legalizaban los e-rickshaws, devolviendo a las calles delhíes miles de estos aparatos. Solo el primer mes se aprobaron 20.000 licencias.

El barrio donde Goyal tiene instalada su tienda Speego parece la Meca de los e-rickshaws, presentes en cada esquina, compitiendo como una manada de bisontes en las atestadas carreteras con el resto de vehículos, incluidos sus inmediatos competidores, los rickshaws normales, impulsados a gas, y los ciclo rickshaws, empujados a golpe de sudorosas pedaladas por consumidos y fibrosos conductores.

El Gobierno indio, sin embargo, espera que esos conductores de ciclo-rickshaws se pasen pronto al bando eléctrico, y para ello ha diseñado un sistema de préstamos a muy bajo interés para que estos trabajadores -unos 100.000 en Nueva Delhi y 10 millones en toda la India- puedan adquirir los e-rickshaw, mejorando así de manera sustancial su calidad de vida.

«Empujar un ciclo-rickshaw es una práctica inhumana y debe parar», sentenció el ministro indio de Transporte, Nitin Gadkari, que amplió luego las ayudas económicas a otros sectores desfavorecidos de la sociedad como los miembros de las castas bajas, las mujeres o aquellos que poseen algún tipo de discapacidad.

El precio medio del e-rickshaw en tiendas como Speego ronda las 100.000 rupias (1.400 euros, aunque el Gobierno esperaba que fuera de unas 70.000 rupias, 980 euros). Un coste todavía rentable si se compara con las aproximadas 170.000 rupias (2.380 euros) de un rickshaw normal.

Tara Chand es un corpulento conductor de e-rickshaw que solía trabajar como guardia de seguridad. El cambio, según él, ha merecido la pena: «Antes ganaba unas 8.000 rupias (110 euros) al mes, ahora gano 15.000/20.000 rupias (210/280 euros)», dice orgulloso a Planeta Twenergy sentado sobre su trono eléctrico vistosamente tuneado. Además la recarga es muy sencilla, asegura: 7-8 horas en casa en un enchufe normal, el mismo que usa para el teléfono móvil, con una autonomía de entre 80 y 100 kilómetros.

«Y es que el e-rickshaw es el futuro de la India», remarca confiado el empresario Goyal. Optimistas o no, lo que es seguro es que han llegado para quedarse.

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