Ahora mismo, el cultivo y las huertas se asocian directamente al campo. La ciudad es el espacio para los edificios, el hormigón y los ruidos, pero no para el cultivo de vegetales, frutas y plantas variadas, a menos, claro está, que pensemos en un ordenado jardín para el disfrute más bien ornamental. Sin embargo, las cosas están cambiando. Las ciudades se están abriendo al cultivo y están recuperando espacios sin uso para que sus habitantes se encarguen de llenarlos con esos vegetales y frutales.

En Santiago de Compostela, siguiendo con el ejemplo del principio, ya han convertido unos 12.000 metros cuadrados en huertas urbanas en las que trabajan unos 200 vecinos y las autoridades municipales tienen planes de extender el modelo a todavía más zonas y más barrios. Pero Santiago no es más que una entre muchas: Sevilla, Madrid, Vitoria o Valencia cuentan también con huertos en medio de la ciudad.

Los expertos que han analizado el boom de este tipo de espacios en España estiman que en 2017 había ya unas 15.000 huertas urbanas repartidas por todo el país (frente a las 1.000 de 2000) y, entre ellas, una parte muy importante son huertos escolares, huertos comunitarios y huertos sociales con fines terapéuticos.

Lo que ha llevado al crecimiento de los huertos urbanos

Pero ¿por qué han crecido tanto las huertas urbanas y por qué están cada vez más presentes? Parte de su éxito está marcado por el contexto socio-económico. Los ciudadanos están cada vez más concienciados y quieren un entorno más verde. Buscan, por así decirlo, vivir más cerca de la naturaleza, aunque estén en el centro de las ciudades.

Además, la crisis económica también hizo que se fuese más consciente de este tipo de posibles acciones. Se empezó a valorar el poder acceder directamente a esa producción agrícola que en años de bonanza se buscaba sin grandes complicaciones en el supermercado.

 

Recuperando los espacios degradados

Pero, además, las huertas urbanas se han convertido en una herramienta para recuperar el espacio por y para los ciudadanos, que se 'apropian' de él, y para reinventar espacios que muchas veces estaban vacíos, abandonados y degradados.

Los huertos urbanos han logrado que muchas zonas muertas de las ciudades tengan nueva vida. Uno de los casos más populares en España es el de EstoEsUnaPlaza, en el barrio madrileño de Lavapiés, que recuperó un espacio urbano que llevaba unas cuantas décadas sin uso y abandonado para convertirlo en un huerto y en un espacio comunitario abierto a los ciudadanos. En este caso, la iniciativa partió de los propios habitantes de la zona, aunque en ocasiones son las propias autoridades y organismos públicos los que usan los huertos urbanos como motor de cambio para zonas que necesitan reinventarse.

Detroit es otro de los ejemplos, en este caso saliendo ya de España, de uso de huertos urbanos por los ciudadanos para reinventar la ciudad. Antes de la crisis económica, en la ciudad había unos 100. En 2017, ya se contaban unos 1.400. Los huertos urbanos se han convertido en una fuente de alimentos zonas verdes para los habitantes, pero también en un elemento de recuperación de las zonas en las que se encuentran. «En los últimos cuatro años, hemos crecido desde el ser una huerta urbana que ofrece productos frescos a nuestros residentes a ser un campus agrícola diverso que ayuda a sostener al barrio y atrae a nuevos residentes e inversión en el área», explicaba a la prensa el responsable del primer 'urban agrihood' de EEEU, instalado en la ciudad. 

Los beneficios de los huertos urbanos no se limitan además a 'lavar la cara' de la zona y a convertir un espacio lleno hasta el momento de maleza y basura en un lugar agradable visualmente. Los expertos creen que este tipo de espacios generan mucho más sentimiento de comunidad. Hacen, por así decirlo, barrio.

Además, ayudan a generar una mayor conciencia en términos de dieta saludable y hacen que los ciudadanos en cierto modo aprendan a comer mejor y lo hagan. Al fin y al cabo, no se trata de que la ciudad se vaya a convertir en autosostenible en términos de alimentación, sino más bien de que sus habitantes tengan una relación diferente con la comida y con la naturaleza.

FUENTES: Elaboración propia, MetroLa Voz de Galicia, Eldiario, Vox

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