El experimento comenzó hace diez años y se ha saldado con once aerogeneradores de un megavatio, cuatro centrales urbanas de calefacción y agua con biomasa (usan paja y madera), un parque de colectores solares de 2.500 metros cuadrados y 10 grandes aerogeneradores marinos de 2,3 megavatios. Aunque siguen enganchados a la red eléctrica ‘tradicional', por si deja de soplar el viento que genera la mayoría de su energía, lo habitual es que produzcan más de lo que necesitan.
El proyecto recuerda mucho al que se está desarrollando desde hace una década en la isla de El Hierro. La isla canaria, como Samsø, sueña con producir energía a través de una innovadora central hidroeléctrica que ya se está construyendo, y de los molinos de viento que pronto aprovecharán el potencial climático de la isla.
En el caso de Samsø, la clave de un desarrollo tan veloz ha consistido en involucrar a los isleños, convirtiéndolos bien en pequeños productores de energía renovable, bien en accionistas (hay 1.500 de una población de 4.300 habitantes) de los potentes generadores marinos. El paisaje de la isla está salpicado por molinos, placas solares y palas de turbinas rotando. En este tiempo, los lugareños se han acabado convirtiendo en expertos en energías renovables y no sólo lo han hecho por ecología, también han ganado dinero con ello.
Pero Samsø tiene aún una espinita clavada en su orgullo ecológico: el transporte. La gasolina es la única dependencia energética convencional de la que no han conseguido zafarse y, de momento, tan sólo existen dos coches eléctricos en la isla. Cuando todos lo sean, será una isla 100% renovable.
Fuentes: Elaboración propia / elpais.es / flickr.com