Paradojas de la vida, a pesar de albergar el medio de transporte con mayor impacto en el entorno por pasajero, se acaba de descubrir que los aeródromos pueden ser sostenibles. Ha costado 20 millones de euros pero la isla Baltra, situada en el archipiélago de las Galápagos, en Ecuador, cuenta desde hace poco con el primer aeropuerto ecológico del mundo.

Con un movimiento diario de 1.200 turistas, el Parque Nacional de la Islas Galápagos (Baltra) Patrimonio de la Humanidad estaba en peligro. Incluido por la UNESCO en la lista de Patrimonios Naturales Amenazados, el Gobierno ecuatoriano ha tenido que tomar cartas en el asunto para reducir los daños a un ecosistema único en el mundo.

Ya había ejemplos de terminales que incorporaban sistemas de optimización energética, como la utilización de materiales reciclados o el uso de una parte de la energía requerida procedente de fuentes renovables (solar y eólica). Hoy en día es una realidad que el sector de la aviación busca acometer iniciativas sostenibles, sin embargo, el nuevo aeropuerto de las islas popularizadas por Darwin va mucho más allá.

El proyecto asume el reto de aprovechar las particulares condiciones climáticas de la isla y reducir hasta en un 60% la energía que se gasta en un aeropuerto convencional de tráfico y capacidad similar. Para ello pone en marcha un conjunto de estrategias bioclimáticas de acondicionamiento natural y el uso de energías renovables. Así en una operación que podríamos dividir en 4 elementos, el proyecto de este nuevo aeródromo incluye:

Agua:

– Ante la escasez de agua dulce en la isla, los tejados de la terminal incorporan un sistema de canalización perimetral que captará el agua de lluvia para reutilizarla en el sistema de inodoros y labores de limpieza del edificio.

– En las inmediaciones del aeropuerto se ha construido una planta desalinizadora que potabilizará 40m3 al día para proveer el resto de necesidades de agua dulce.

Sol:     

– De uso exclusivamente diurno, los techos incorporan 1.350 m2 de placas solares que producirán el 15% de la electricidad que se consume en todo el aeródromo.

– El color gris elegido para enlucir la terminal repele la luz del sol para contribuir a que las temperaturas se mantengan uniformes.

– En las pistas de aterrizaje se ha empleado hormigón en lugar de asfalto lo que reducirá la temperatura de la terminal entre 2 y 5 grados centígrados.

Aire:

– La ventilación natural de la isla será incorporada a la terminal gracias a la apertura de diez patios resguardados del sol con aberturas en el techo, evitando así el abuso del aire acondicionado.

– Las bandas de equipaje se dotarán de un sistema gravitatorio basado en planos inclinados donde los equipajes se sostienen sobre varillas y cilindros giratorios sin necesidad de suministro eléctrico.

Tierra:

– Se ha hecho extensible este compromiso con el entorno en las labores de construcción del aeropuerto. Para evitar una polución mayor, las infraestructuras se han construido en el continente y han sido ya ensambladas en la isla.

– Con especial cuidado se han hecho los trabajos de traslado de escombros para no levantar grandes nubes de polvo instalando vallas geotextiles de absorción.

– El uso de maquinaria pesada fue reducido al mínimo y se evitó la utilización de químicos en la mezcla de cemento y hormigón.

Todos estos esfuerzos se verán acompañados de unas férreas normas de aviación que impedirán el aterrizaje de aviones que no estén catalogados por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) como “Etapa 3”, es decir, aquellos que reducen hasta cinco veces la contaminación acústica en comparación con los aviones convencionales.

Seguramente este avance no se pueda comparar con la Teoría de la Evolución de las Especies pero es un paso más en la tarea de la conservación de la Tierra.

Fuentes: Ecogal / Flickr

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