Una bomba de calor geotérmica casera funciona de forma similar a una bomba de calor convencional que muchos tenemos en nuestros hogares, con la particularidad de que la transferencia de temperatura no se realiza con el exterior, sino que se realiza unos metros bajo tierra.
El hombre es consciente de que el interior de la tierra mantiene temperaturas suaves, ajenas a las temperaturas del exterior, desde tiempos inmemoriales. Valga como ejemplo las cavernas en las que pasaban los crudos inviernos nuestros antepasados de la Prehistoria o las bodegas romanas bajo tierra, donde conservaban el vino a la temperatura adecuada todo el año.
Por tanto, parece claro que una bomba de calor que realice la transferencia de temperatura con un terreno a unos 13ºC será más eficiente. Conozcamos entonces algunas claves.
Hay dos tipos de instalaciones:
– Sistema de captación vertical, consistente en un pozo de unos 50 metros en los que se alojen las tuberías.
– Sistema de captación horizontal, en caso de que no se puedan realizar perforaciones o se cuente con terreno suficiente para alojar los tubos.
Además, hay sistemas muy interesantes para viviendas nuevas, como las cimentaciones geotérmicas, mediante la incorporación de elementos geotérmicos en los pilotes de cimentación de la vivienda.
Una bomba de calor geotérmica nos puede permitir cubrir las necesidades de calor, refrigeración y agua caliente sanitaria en nuestra vivienda.
La instalación es particularmente interesante en combinación con un suelo radiante, un sistema más eficiente que los radiadores convencionales de pared, ya que permite distribuir uniformemente el calor por el suelo de la vivienda con bajas temperaturas del agua de calefacción.
Además, el mismo sistema de suelo radiante permite hacer circular agua fría en verano, consiguiendo atemperar las habitaciones hasta alcanzar los parámetros de confort.
Veamos los costes: si tomamos como ejemplo una vivienda unifamiliar de 200 m2, la inversión inicial para la instalación de una bomba de calor geotérmica puede oscilar entre los 24.000 y los 30.000 euros, dependiendo de múltiples factores como el tipo de sondeo a realizar o el acceso a subvenciones.
Pero los costes de operación y mantenimiento anuales serían muy inferiores a los de otras fuentes de energía; por tanto, podríamos recuperar la inversión en un periodo de entre 8 y 12 años.
Si bien su implantación en España es aún testimonial, se prevé un gran crecimiento en los próximos años. No nos equivocamos al afirmar que una de las fuentes de energía del futuro la tenemos… ¡más cerca de lo que pensamos!