Al fin y al cabo, son conceptos que utilizamos muy a menudo en nuestro día a día de forma indistinta, pero existe toda una teoría detrás sobre las diferencias entre ambos conceptos.

El concepto clásico que manejamos es el siguiente: “Es eficaz aquél que consigue los resultados, mientras que ser eficiente implica, además, hacerlo a un coste óptimo”.

Pero esta concepción ha quedado superada por otra nueva visión, que se pregunta cuándo es adecuado apostar por la eficiencia, y cuando por la eficacia. Así, esta línea de pensamiento considera la eficiencia un “paradigma importado” de la teoría económica. Es clave la relación entre gastos e ingresos, su expresión es la reducción de los costes, o el empleo de los costes mínimos. Tiene una lógica contundente, “obtener los mayores resultados con los mínimos recursos”

Pero, ¿qué pasa en un entorno turbulento?

La eficiencia por sí sola no basta. Una empresa puede ser la más eficiente en fabricar un producto que haya dejado de interesar al mercado. La eficiencia actúa en el ámbito interno de la empresa, ahí es donde se puede trabajar para reducir los gastos. Sin embargo, trabajar por la eficacia implica preguntarse ¿Qué hacemos y qué deberíamos estar haciendo? ¿Cómo podemos generar valor para nuestros clientes?

Así, en el proceso de formulación de la estrategia de una empresa el enfoque que debe prevalecer en la formulación de objetivos y estrategias es el de la “eficacia”. El enfoque de la eficiencia “entra” en el momento en que se definan los planes, los presupuestos y las acciones para poner en práctica la estrategia. La eficacia se centra en el “¿Qué?”, la eficiencia en el “¿Cómo?”.

Este pensamiento es aplicable al mundo de la energía, tanto para empresas propias del sector, como para cualquier otra gran organización que consuma energía, ya sea una ciudad, una gran empresa o incluso un país.

Como ejemplo práctico de la diferencia entre eficiencia y eficacia, me viene a la cabeza (será porque la he visto unas cuantas veces en los últimos meses…) la gran película de Pixar “Monstruos S.A.”. La película gira en torno a una gran crisis energética en el planeta de los monstruos, ya que su energía proviene de los gritos de susto de los niños y éstos hoy en día apenas se asustan.

Randall, el camaleón que quiere convertirse en el mayor asustador, se alía con el Director General de Monstruos S.A, Waternoose, para inventar una máquina de extrema eficiencia, que extrae gritos a la fuerza de los labios de los niños. Finalmente, la empresa está abocada a la quiebra porque, obviamente, torturar a los pequeños de esa forma es ilegal hasta en el país de los monstruos. Pero Sulley, el protagonista, a través de su relación con la niña Boo, ha descubierto que la risa de un niño es diez veces más energética que sus gritos. Este descubrimiento es la solución eficaz para el entorno turbulento en el que se encontraban, que permite no sólo reflotar Monstruos S.A, sino llevarla al éxito.

Uno nunca sabe dónde te espera la próxima lección de estrategia empresarial.

Fotografía de Flickr

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