Bristol es la ciudad dónde a cualquiera nos gustaría vivir. Sólo tiene medio millón de habitantes, es la ciudad más verde del Reino Unido, con muy buena calidad de aire y, sin resultar ni tan famosa ni atractiva como Londres, Ámsterdam o Berlín, destaca en algo: es una ciudad colaborativa, una ciudad ‘verde’. Por eso, y tras tiempo esperando, este año tan importante para el cambio climático como es 2015 (la ONU lo ha fijado como fecha límite para reducir las emisiones de CO2), la Comisión Europea le ha brindado el honor ser ‘Green Capital 2015’.

¿Por qué se ha fijado la Comisión en Bristol?

A la Comisión Europea le han gustado su apuesta por el transporte y las energías limpias, dos partidas a las que Bristol dedicará importante presupuesto (500 millones para este año en transporte, y 300 millones para energías hasta 2020). También la han convencido porque ha disminuido sus emisiones de carbono, pese a ser una ciudad que crece. Aunque aquí hay que destacar que su economía y sus proyectos ‘verdes’ también lo hacen: un 4,7%.

7 cosas que nos gustan de Bristol

Con este título otorgado a la ciudad inglesa y estos datos, miramos más de cerca a esta ciudad y nos damos cuenta de que tiene muchas cosas que nos gustan:

  • La bici (y los domingos ‘especiales’): Bristol ha visto dispararse el número de ciclistas en los últimos años y se ha comprometido a duplicar su cifra en 2020 (tomando como referencia los datos de 2010). Esto no ha sido casual. Se ha conseguido gracias a iniciativas tan divertidas, cercanas e inspiradoras como su ‘Make Sundays Special’, por la cual, entre otras medidas, los domingos de verano ciertas zonas de la ciudad quedan cerradas a los coches. En su lugar, toman las calles espectáculos, juegos, deportes, danza y actividades con patines, bicletas o artistas de circo. Ahí están también asociaciones como Sustrans, que promueven, entre otras medidas, que cuatro de cada cinco desplazamientos en 2020 sean a pie, en bici o en transporte público. O que trabajan en campañas de calles más seguras para que todos los niños puedan ir a pie o en bicicleta a la escuela.
  • Su moneda ciudadana: el espíritu colaborativo tiene mucho peso en Bristol, donde sus ciudadanos se han organizado y han creado la moneda ciudadana más potente de Europa, la libra de Bristol. Se calcula que circula un equivalente a 600.000 euros; la admiten en más de 700 comercios y está respaldada por instituciones oficiales como el Ayuntamiento o la Cámara de Comercio (sirve incluso para pagar impuestos).     
  • Su proyecto de ‘ciudad feliz’: Sí. No es ni broma ni un proyecto marginal creado por adolescentes idealistas. ‘Happy City Project‘ nació con el apoyo de la New Economic Foundation, y su intención es valorar (y potenciar) el nivel de felicidad de los habitantes de la ciudad, a la vez que romper la asociación felicidad-consumo-daño al planeta. Podemos vivir más y mejor por     menos, nos recuerda esta iniciativa, que desarrolla campañas, proyectos, y hasta cursos de capacitación, que combinan lo que consideran ‘motores de bienestar’ (salud, economía, medio ambiente…) con elementos para una vida próspera (relaciones, pertenencia, propósitos de vida…).
  • Aquí todo se aprovecha: y cuando decimos todo, es todo. De los rayos del sol a la comida. Bristol     Solar City es un proyecto que nació impulsado por los ciudadanos (cooperativas, grupos de energía, instituciones educativas…), para convertir a Bristol en ‘capital solar’ del Reino Unido. Su intención es instalar placas solares en los tejados, especialmente de la periferia, y que no quede ni uno sin su gigavatio de aquí a 2020. La iniciativa cuenta con el respaldo del Ayuntamiento, y lucha a su vez por promover empleos ‘verdes’ y por que la energía de Bristol sea la más barata del país, aprovechando el ser una de las ciudades más soleadas del Reino     Unido. Y cuando decimos que la comida no se tira, nos quitamos el sombrero y brindamos por que existan lugares (y gente que lo inventó) como Skipchen, un restaurante donde se cocina con comida exclusivamente rescatada que los supermercados iban a tirar y donde se paga la voluntad – “según como te sientas”, dicen – (los platos del día lógicamente varían, pero pueden incluir ‘Ratatouille’, ‘Rollitos     de Salmón’ o ‘Curry de plátano y coco’). Olé por ellos.
  • Su pasión por la agricultura ecológica: Parece que hace sólo dos días que hablamos de “lo orgánico” y que fuera una moda. Pero Bristol tiene desde hace más de medio siglo a una muy emblemática institución, la Soil Association trabajando por que los alimentos y la agricultura de calidad sean un derecho de todos. Sus proyectos van desde impulsar la Red de Ciudades de Comida Sostenible (ya que la forma en que comemos – y en que consumimos – está por supuesto ligada al medio ambiente) o que en los colegios no sólo se coma mejor y sin aditivos, sino que los alumnos aprendan cuál es el ciclo de los alimentos y cómo se producen (para ello organizan, por ejemplo, visitas a la granja).     
  • Su ecoaldea: Ser niño o joven en Bristol debe de ser algo muy especial, sobre todo considerando que eres de ciudad, pero eso no quiere decir que estés ‘desconectado’ del medio ambiente. Y aquí entra St. Werbughs, una eco-aldea que sus creadores definen como un “oasis verde en el corazón de Bristol que conecta a las personas a la alimentación, el medio ambiente y la comunidad local”. St. Werbughs se puede visitar (hay huerto, animales, café) y no cobran entrada, sino que piden la voluntad (también se puede ser socio). Sus actividades conectan maravillosamente a niños y jóvenes de la ciudad con el medio rural.
  • Su apuesta por la eficiencia energética: En Bristol el consumo de energía ya se ha reducido en un 16% en los hogares, donde la eficiencia energética ha mejorado un 25%. La ciudad se reta a sí misma continuamente y ha establecido un ambicioso plan para reducir el uso de energía en un 30% y las emisiones de CO2 en un 40% para 2020 y 80% para el año 2050.     

Con todo esto, ¿cómo no convencer a la Comisión?

Fuentes: Comisión Europea / El Mundo / Flickr

 

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