Hace dos años contábamos cómo la Universidad Nacional del Litoral (UNL) investigaba la generación de biogás; recién, conocíamos que la provincia de San Luis acababa de poner en marcha una planta de biogás que, con sus dos biodigestores de 200 metros cúbicos, es capaz de procesar hasta tres toneladas de residuos sólidos urbanos orgánicos por día, generando alrededor de 300 metros cúbicos de biogás por día.

No es la única experiencia que prueba que el biogás ya es una realidad: otro buen ejemplo es la experiencia que se está llevando a cabo en el Complejo Norte III (Campo de Mayo), en donde las centrales de San Miguel y San Martín se nutren únicamente por biogás, generando hasta 19 MW que inyectan directamente en la red. Sus planes no quedan ahí, sino que ya se han marcado el objetivo de generar otros 7 MW en las plantas de González Catán y Ensenada.

En la Argentina, el marco regulatorio prohíbe la incineración, de modo que para generar biogás ha de hacerse mediante el enterramiento de la basura en el relleno sanitario. Basura, por otro lado, que pueden colectarse en diversos puntos verdes para hacer darle una segunda vida en forma de biomasa.

Es ahí donde entran en juego los denominados biodigestores que, en esencia, son grandes contenedores cerrados en los que los residuos se mezclan con agua en proporciones de entre el 5-10% de residuos y de 95-90% de agua. Sometida esa combinación a ciertas condiciones de temperatura, acidez, agitación y presión de gases, las bacterias realizan el resto del trabajo para generar biogás en el proceso de descomposición.

Las cifras que aporta el Comité de Biomasa de la Cámara Argentina de Energías Renovables (CADER) revelan que en el biogás en la Argentina se produce en cerca de 80 plantas. De ellas, una veintena son grandes instalaciones, a las que habría que sumar, además otros mini-biodigestores y mini-lagunas cubiertas de consumo domiciliario.

El potencial de esta fuente de energía limpia es bárbaro y, con un adecuado marco regulatorio y tarifario no es en absoluto descabellado pensar en plantas de entre 1 y 2 MW de potencia cuya energía generada sea inyectada directamente a la red.

¿Qué evitaría este planteamiento? Las pérdidas de electricidad en su traslado, por ejemplo que, de hecho, en ocasiones están privando de un correcto suministro de energía a las zonas rurales más alejadas. De producirse esta expansión del biogás en Argentina, bien sea con procesamiento de residuos sólidos domésticos o de componentes orgánicos, la reactividad económica de estas regiones se vería beneficiada.

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