Esta política pública fue puesta en marcha por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) con el objetivo de lograr mejorar la soberanía alimentaria. ¿Qué significa esto? Conseguir la definición de  las políticas agrarias y alimentarias en base a criterios de desarrollo sustentable.

Las líneas maestras de este programa ProHuerta son la comercialización de excedentes, la participación de los sectores más vulnerables y una línea roja contra la práctica del dumping, esto es, vender por debajo de los costos de producción. Esto ha propiciado que en este cuarto de siglo de programa hayan visto la luz más de 600 mil  huertas familiares, comunitarias y escolares y más de 130 mil granjas que, tras recibir la capacitación necesaria y el aporte de insumos como semillas, frutales, animales de granja y herramientas se han convertido en auténticos emprendimientos productivos.

El resultado de la expansión del Programa ProHuerta, que ya supera el 90% de los municipios del país, no sólo se percibe en el autoabastecimiento de más de 3,5 millones de personas, sino que, como una buena práctica sustentable que es, cuida y protege el ambiente.

Además, la capacitación que se brinda desde el programa converge y se enriquece con el saber popular. El excedente que cosechan en estas granjas y campos de ProHuerta sirve también para dinamizar las economías de los colectivos más desfavorecidos que, de otro modo, difícilmente tendría una fuente de ingresos alternativa. Asimismo, la experiencia ha demostrado que también funciona como una excelente iniciativa para la inclusión de personas con discapacidad.

La red de voluntarios que se ha tejido en torno al programa ProHuerta supera ya los 20 mil promotores que en cada una de sus comunidades resuelven problemáticas para el normal desarrollo de la actividad, desde incidencias en el acceso a los servicios básicos, al rescate de las especies nativas o el mejoramiento de las condiciones sanitarias de los barrios.

Las repercusiones tan positivas de ProHuerta, tanto en la población como en el ambiente, han alcanzado tal magnitud que ya es considerado por Estados y organizaciones de cooperación nacional como una política exitosa en materia de autoproducción de alimentos a recrear. El objetivo, ahora, es llegar al millón de huertas en 2015 expandidas por todo el país, que además de garantizar alimentos a las familias también se adapten a la idiosincrasia de cada región. Una experiencia que, por ejemplo, se replicó en Haití a partir del terrible terremoto que sufrió en 2010.

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