estragon, oregano, plantas organicas, colombia, plantas aromaticasA sólo 17 kilómetros de Medellín, una pequeña revolución está teniendo lugar: el estragón se ha convertido en un producto líder; seguido del orégano, el cebollín, el romero, la savia, y algunos aceites esenciales. Pero su cultivo no se hace de cualquier manera. Estas plantas aromáticas de toda la vida se están cultivando de manera orgánica, certificada oficialmente, como productos gourmet, para su consumo principalmente en Estados Unidos y Europa. La empresa que ha tenido la clarividencia de dar este enorme salto cualitativo en la región (y en Colombia) es Cultivares Santa Elena. Y esta labor no es baladí, puesto que Colombia es especialmente vulnerable a los impactos del cambio climático (tal como ha señalado la propia Naciones Unidas), e iniciativas como esta son una buena manera de combatirlo.

El protocolo de Santa Elena es de producción limpia, para obtener plantas de calidad nutricional y de garantizada inocuidad, sin el empleo de agroquímicos y pesticidas de la industria convencional en sus procesos, tal como anuncian ellos mismos. Su propósito es “satisfacer la necesidad creciente de alimentos que preserven la salud de las personas y no contaminen los recursos naturales”. Y aquí la empresa ha sabido ver la oportunidad, puesto que la oferta de productos orgánicos certificados en Colombia es muy pequeña en comparación a la demanda de orgánicos en el mundo. Se trata de productos cada vez más valorados y demandados por los consumidores. “La agricultura orgánica no es más que cultivar productos con cero químicos, pesticidas o venenos”, nos comenta Andrea Niño González, gerente de operaciones de Cultivares Santa Elena. “Consumir productos orgánicos es una forma de alimentación consciente”, opina, a la vez que apunta que “se está viviendo una era de lo verde. El mercado de productos orgánicos es creciente, aumenta un 12% cada año a nivel mundial, y nosotros somos parte de ese pastel”.

De una producción artesanal a un proceso industrializado

Cultivares Santa Elena nació hace ya diez años, en una finca a 2.600 metros sobre el nivel del mar, con suelos y aguas de calidad en plena reserva forestal, sin cultivos contaminantes alrededor, es decir, en un lugar perfecto para desarrollar cultivos con sello ecológico. Pero no se trata, ni mucho menos, de una plantación pequeña ni tradicional. Al contrario, los hermanos Niño (sus propietarios) se han esmerado por integrar investigación y desarrollo con el uso sustentable de los recursos naturales, pasando de una producción artesanal a un proceso industrializado. “La diferencia hay que marcarla en términos de productividad, estandarización y servicio”, comenta Andrea Niño. “Para mí la calidad debe estar implícita, uno siempre paga por un producto de calidad. Pero ¿y si puedo controlar mejor mis cultivos? ¿Y si puedo producir más en mi mismo espacio de tierra y sin necesidad de aplicar químicos? La agricultura es un arte de saber controlar las variables (suelo, agua, humedad, clima, temperatura, inversión térmica entre otras). Muchos no contaban con que el calentamiento global era algo en serio, hoy vemos muchos cultivos acabados por no haberse preparado para sortear esta variable. Y no es lo mismo que un empleado tenga que ir desplazándose cama por cama a hidratar las plantas a que podamos tener una infraestructura de riego por goteo instalado en el invernadero y controlado eficazmente por un software que mide la humedad en el suelo y te dice cuándo debes activar el sistema. Eso es ser productivo con tecnologías de precisión”, nos explica la gerente de operaciones.

Y las cifras hablan por sí mismas: en los dos últimos años, las ventas han estado en 49.000 dólares anuales (algo más de 37.000 euros), y esperan finalizar 2014 con un 50% más, con 74.000 dólares (56.000 euros). Y para el año que viene calculan ventas de entre 32.000 y 40.000 dólares mensuales (más de 25.000 euros). Su mirada está siempre puesta en el mercado internacional, y en aprovechar las ventajas comparativas que ofrece el suelo colombiano así como los Tratados de Libre Comercio. “El consumidor promedio colombiano es muy sensible al precio y no le da valor a que un producto sea orgánico o convencional”, nos explica Andrea Niño respecto a por qué se han enfocado tan claramente hacia el extranjero. “Es nuestra cultura. Nos alimentamos muy mal”, con muchas grasas e hidratos y pocas verduras, opina. Aunque recalca: “A pesar que nuestro target está afuera somos conscientes de que debemos validar nuestros productos en el país. Abrir la mente a opciones de ir paso a paso comercialmente y aprender en Colombia antes de ir a pelear con los tiburones blancos en Norte América y Europa”.

Productos cuatro veces más caros

Y aquí viene el tema de los precios: “Los precios de los productos orgánicos son al menos cuatro veces más altos”, comenta Niño, “y digo al menos porque hay lugares en los que se pagan muy bien, sobre todo si tienen otro tipo de sellos (Kosher, Vegan, Fair Trade) o cualidades muy marcadas y demostradas. Esto es una clara oportunidad para empresas como la nuestra”, recalca. Aunque, a veces, como consumidores, podemos preguntarnos si ese precio elevado está justificado. “Claro que lo está. Ser orgánico no es fácil y es de paciencia y tiempo”, apunta, tajante. “Para que tú puedas tener un suelo adecuado y listo para cultivar, libre de químicos y erosión, deben pasar años de adecuación. Nosotros nos demoramos seis años y el tiempo es dinero”.

Cultivares Santa Elena está localizada en el departamento de Antioquia, clave para el sector, puesto que aquí se localizan unos 60 productores de hierbas culinarias. Aunque la categoría de orgánicas sólo la han conseguido hasta el momento Cultivares Santa Elena y otra empresa.

Fuentes: Cultivares Santa Elena | Elespectador.com

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