Valparai es una zona de Kerala donde se extienden las plantaciones de té, justo en la frontera de una de las reservas de tigres y elefantes más importantes de Kerala. Las mujeres son quienes se encargan de recolectar las hojas a lo largo de las laderas equipadas con una especie de cortadoras que al tiempo que cortan, recogen las hojas de té.
Estas hojas, llaman la atención por su tamaño y variedad: con la hoja bebé, la más pequeña, es con la que se hace el té blanco –el más caro porque son las hojas recién nacidas- y el verde. Por su parte, con las hojas más grandes, que se arranca siempre en trozos de a tres, es con las que se elabora el té negro.
Las mujeres trabajan durante jornadas de 10 horas aproximadamente, intercalando espacios para poder comer y descansar. Una vez cortadas las hojas, las plantas precisan alrededor de tres semanas para volver a crecer y, de nuevo, iniciar el proceso. Dicho de otro modo, el té está continuamente creciendo y se están continuamente recolectando.
Antes de ser machacadas, estas hojas de té permanecen durante 60 horas en unas bandejas que tienen aire por debajo para mantenerlas frescas y, transcurrido ese tiempo, pasan directamente a la fábrica de proceso donde son machacadas y cortadas hasta formar una especie de masa que pasará a mezclarse con té en polvo.
Es precisamente este té en polvo el que confiere al resultado un color oscuro, negro. La siguiente fase obliga a pasar por unas bandas de secado en las que se mezclan con el palo para, justo después, acometer la fase de pigmentación y oxidado.
A continuación, el té procesado pasa por otras máquinas que se encargan de triturarlo, reduciéndolo a polvo, con diferentes grados de trituración. Así, en el caso del té más fino existen hasta siete clases distintas de grano, siendo el más fino de todos el que se destina para las bolsas de té que habitualmente consumimos en casa. El resto, o bien son para mezclarlos para hacerlos directamente en la cafetera.