A principios de la década de los años 90, un investigador británico llamado John Anthony Allan acuñó el término ‘agua virtual’ para referirse a la cantidad del líquido elemento que realmente se necesita para producir cualquier bien agrícola o industrial. Es un agua que no vemos pero que, sin embargo, consumimos indirectamente cada vez que comemos carne o queso.
¿Cuanta agua se necesita?
Las cifras hablan por sí solas: para producir un kilo carne se necesitan 15.000 litros de agua y para un kilo de azúcar, 1.500 litros de agua. Esa es el agua virtual sobre la que deberíamos concientizarnos para no derrochar la que sí vemos y no sólo está en la comida, también en la ropa, pues para fabricar una camiseta de algodón de 500 gramos se requieren 4 mil litros de agua, o en una simple hoja de papel A4, que precisa de unos 10 litros.
Incorporando esa cifra al agua física que normalmente se contabiliza para hablar del consumo diario hace que éste crezca exponencialmente. Algo muy a tener en cuenta en la Argentina, donde el consumo diario por persona, sin contar el agua virtual, ya es diez veces mayor al sugerido por la OMS debido a las pérdidas en las canillas o a un dispendio excesivo tanto en la higiene personal como en el lavado de ropa, alimentos, etc., entre otros.
A ello se suma, además, el hecho de que la Argentina es el principal exportador de soja del mundo, pero con este vegetal también exportamos 119 mil millones de metros cúbicos de agua virtual. En esa misma línea, las exportaciones de trigo se llevan 18,7 mil millones de litros y la carne vacuna 3,3 mil millones de litros anuales. Esa cantidad de agua virtual es, por otro lado, agua que se está ahorrando en el país importador.
Son cifras sobre las que los expertos recién están comenzando a poner el énfasis, especialmente al pronosticar que en las próximas dos generaciones habrá dos mil millones más de personas para alimentar y saciar su sed, lo que de no tomar medidas nos podría conducir a una crisis hídrica de enormes magnitudes. Quizás por ello ya hay algunos que comienzan a hablar de la sociohidrología como una nueva disciplina.
Entre las principales soluciones que los expertos manejan se encuentra la reutilización de las aguas grises o conseguir, mediante la incorporación de microorganismos, que los cultivos demanden menos agua. Sólo así será posible dar respuesta a la demanda de alimentos y agua que se avecina de aquí al 2050.