Es importante precisar lo de “potenciales” porque existe mucha controversia acerca de si realmente este tipo de ondas electromagnéticas pueden ser perjudiciales para el ser humano. A pesar de que incluso existe el Día Internacional contra la Contaminación Electromagnética (24 de junio), muchos expertos niegan trastornos como la hipersensibilidad electromagnética.
Este es el caso, por ejemplo, de la Sociedad Americana de Medicina Psicosomática, en cuya revista Psychosomatic Medicine publicaba en 2005 el meta-análisis Hipersensibilidad electromagnética: una revisión sistemática de los estudios de provocación en el que, tras examinar 31 estudios hechos a 725 afectados de hipersensibilidad electromagnética, aseguraba que este trastorno “no está relacionado con la presencia de campos electromagnéticos”, aunque quienes dicen padecerla sufran efectos muy reales cuyas causas tendrían un origen psicosomático.
Sin embargo, existen colectivos como Ecologistas en Acción, que sí están convencidos del perjuicio que pueden producir los campos electromagnéticos de baja frecuencia de las líneas eléctricas y subestaciones y transformadores y, por otro lado, los campos electromagnéticos producidos por las antenas estaciones base de telefonía móvil y otras infraestructuras (aquí incluiríamos, por ejemplo, el wifi y WiMAX).
Desde estas organizaciones mantienen que sí existen posibles riegos para la salud pública y reclaman normativas más restrictivas como las que ya se aplican en países europeos como Italia, Suiza, Luxemburgo o Bélgica, entre otros.
Sin embargo, no existen evidencias empíricas de que realmente se produzcan daños en la salud como consecuencia de la contaminación electromagnética –ésta sí es innegable– y las regulaciones reclamadas por Ecologistas en Acción se basan más en principios de precaución. De hecho, la Organización Mundial para la Salud (OMS) lanzó la voz de alarma en 2011 asegurando que los teléfonos móviles podrían ser cancerígenos y, unos meses después, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la OMS, admitía en la prestigiosa publicación The Lancet Oncology que estos efectos perniciosos seguían sin poder probarse de manera irrefutable.
Y tú, ¿qué opinas?
Fuentes: Twenergy / Ecologistas en accion / El correo / El correo: Lancet Oncology / Nacional Center for Biotechnology Information / National Agency for Research on Cancer / Flickr