Las partículas en suspensión (PM, del inglés Particulate Matter) son todas las fracciones sólidas y líquidas que se encuentran suspendidas en el aire. Pero, ¿qué debemos conocer acerca de estas partículas?
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Dependiendo de su tamaño, las partículas se comportan de manera distinta en la atmósfera:
El colapso del tráfico aéreo ocurrido en Europa en el 2010 fue debido a las cenizas provocadas por la erupción de un volcán en Islandia. En ese caso, las partículas emitidas por el volcán fueron especialmente grandes.
El principal foco emisor de partículas en las ciudades es el sector del transporte. Aunque se generan en los procesos de combustión de todos los sectores, los humos de los vehículos con mecánica diésel son los responsables de la mayor parte de estas emisiones. Están formados por partículas finas de hidrocarburos, producto de una combustión incompleta. Por este motivo, el uso creciente del diésel preocupa desde el punto de vista ambiental.
También hay partículas de origen natural como los aerosoles marinos, la erosión y la intrusión de polvo africano. Sin embargo, es la actividad del hombre la que afecta en mayor medida. Las obras públicas y la construcción, la minería y la fabricación de cerámicas o cemento son otras actividades que también aumentan las partículas en suspensión. Los sectores residencial e industrial han disminuido sus emisiones gracias a las mejoras alcanzadas en las calderas.
Las partículas presentan efectos nocivos para el medio ambiente al influir en la temperatura de la atmósfera por su capacidad de absorber o emitir radiación, cambiar las nubes y servir de medio para reacciones químicas. La naturaleza química de las partículas depende del proceso que las haya originado.
Al respirar inhalamos los gases, vapores y partículas que hay en el aire. Los efectos de las partículas sobre la salud dependen de los niveles de exposición a los que estos sometidos, y varían dependiendo de los compuestos que lleven asociados: presencia de metales, hidrocarburos aromáticos policíclicos (más conocidos como HAP), otros componentes orgánicos o determinadas toxinas. Afectan especialmente al aparato respiratorio y al sistema cardiovascular.
El cuerpo reacciona a la invasión de partículas. Los pulmones generan mucosidad para atraparlas y dificultan su paso. Internamente, los folículos mueven esta mucosidad y las partículas fuera del pulmón y, gracias a la tos y los estornudos, las expulsamos.
Si las partículas son pequeñas y entran profundamente en los pulmones, las células del pulmón atrapan las partículas pudiendo llegar a producir asma o enfermedades pulmonares como enfisemas o cáncer pulmonar. Los niños muy pequeños son el principal grupo vulnerable. Además, las personas de avanzada edad son los que adquieren una mayor sensibilidad.
En España, el Real Decreto 102/2011 relativo a la mejora de la calidad del aire, transpone una directiva europea que establece los valores límite de protección de la salud para las partículas en suspensión. Los valores límites diarios son de 25µg/m3 para partículas pequeñas y 50µg/m3 para las grandes.
La Unión Europea ofrece información sobre los niveles de partículas que se están alcanzando en las ciudades, puesto que en algunas ocasiones se están superando y hay que tomar medidas.
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