Desde el uso del fuego primero, el aceite más tarde y el gas como medio para generar iluminación hemos ido en constante evolución hasta llegar a nuestros días donde lo que prima es la tecnología.
La luz ha tenido una simbología y un papel muy importante en todas las culturas pero también ha desempeñado y desempeña una función social. Con ella podemos cambiar nuestro entorno y nuestra calidad de vida, incluyendo aspectos como la seguridad, humanizar cualquier paraje, urbanizar y contribuir al desarrollo de pequeñas poblaciones, ciudades y países.
Este carácter social de la iluminación puede cambiar un área problemática y socializarla, habitarla y permitir su desarrollo económico y social.
También influye en la conducta y los sentimientos. Las poblaciones pueden beneficiarse y desarrollarse o en su contra pueden contraerse y deprimirse si no tienen un adecuado mantenimiento y cuidado del entorno. La iluminación cumple una función de socialización y acercamiento de los individuos entre sí.
Respetando la estética y la funcionalidad de los elementos y al medio ambiente la luminaria puede llegar a dar seguridad a los residentes o conseguir una estética del entorno, con una lógica perspectiva de sostenibilidad.
Especialmente en el norte de Europa se ha visto un movimiento que aboga por el reconocimiento de la iluminación como una herramienta social. Reconocen su poder para contribuir al bienestar y a la calidad de vida. La luz no se considera un principio sino un derecho.
Con la llegada de la crisis ha aumentado la conciencia social del ahorro por parte de los municipios haciendo exhaustivos estudios y planes de viabilidad para ajustar el consumo a los niveles adecuados, ajustando las normativas legales a los tiempos y las tecnologías actuales.
Se han tenido en cuenta niveles estéticos y estudios donde se tiene en cuenta el bienestar.
Como ejemplo del uso de la iluminación por encima de los niveles adecuados con otro fin más allá de iluminar están Medellín y Rio de Janeiro. Allí se ha utilizado no solo con un fin social sino de seguridad pasiva lo que ha provocado unos beneficios sociales inmediatos, con unos resultados muy positivos.
De otro lado la mala iluminación de un entorno puede crear el efecto contrario al caso anterior creando guetos y zonas inseguras. Puede influir hasta en la tasa de accidentes de tráfico y en la contracción económica del lugar en cuestión.
Otra mala praxis es la contaminación lumínica, por eso justamente se deben hacer estudios previos por profesionales que conozcan perfectamente las normas y los productos más adecuados para cada aplicación. El exceso de luz injustificada causa mal ambiente, inadecuado e incómodo. Además de ser insostenible económicamente, afecta negativamente al medio ambiente.
La teoría de las ciudades sostenibles las apoyan sociólogos, antropólogos y psicólogos. El ambiente que rodea al individuo afecta a sus aptitudes, sus actuaciones y reacciones; una buena iluminación puede influir en una mayor participación, con aumento de las emociones y de las aptitudes por parte de la población y permite crear una simbiosis entre gente y espacio.
¡¡¡La luz no existe solo para ver sino para experimentar y sentirse vivo!!!