– Menos necesidad de espacio en el medio de almacenamiento (ej. disco).
– Menor cantidad de datos en los envíos por Internet y, por lo tanto, mayor velocidad en la transmisión de la información y menos consumo de energía.
– Los ficheros comprimidos tienen un sistema de comprobación de errores que nos asegura que la información llega correctamente, inalterada. Es un sistema más seguro de transmitir la información.
Así que se recomienda comprimir siempre, sobre todo los documentos que no se usan a menudo o los que se van a enviar por Internet, ya que puede aliviar mucho la congestión de la red y sus derivadas.
Existen tipos de ficheros ya comprimidos por si mismos y si los volvemos a comprimir no conseguiremos mucho, por lo que no vale la pena. Los más conocidos son las fotografías JPG, los vídeos MPEG, DIVX, algunos ficheros PDF, la música en MP3 o AAC.
Para el resto podemos usar varios formatos de compresión, pero si queremos asegurar la compatibilidad en diferentes sistemas, quizá el más extendido es el ZIP, que suele estar soportado por el sistema operativo de forma sencilla.
Fuentes: Elaboración propia / Flickr