A pesar de todo, las bombillas de bajo consumo, técnicamente llamadas lámparas compactas fluorescentes (CFL, en inglés), tienen una escasa popularidad: sólo el 15% de la población las usa. Esto se debe principalmente a su precio. Mientras una bombilla tradicional de 100W vale 0,6€, la de bajo consumo de 20W cuesta 14 veces más: 9€. A priori esta diferencia puede parecer una diferente exagerada. Sin embargo, no lo es tanto si se tiene en cuenta que con su uso se producen ahorros energéticos de entre el 75% y el 80%.

Otra de las ventajas que presentan es que duran ocho veces más que las bombillas convencionales y proporcionan la misma luz. En total, su vida útil es de entre 8.000 y 10.000 horas. Por otro lado, las bombillas incandescentes tienen un consumo mucho mayor porque únicamente aprovechan el 5% de la energía eléctrica que consumen. El 95% restante se transforma en calor, y no en aprovechamiento luminoso, produciéndose así un consumo de energía innecesario.

Las bombillas de bajo consumo llegaron al mercado hace 25 años y actualmente están plenamente asentadas. Sin embargo, siguen vendiéndose mucho menos que las bombillas tradicionales: 15 millones de unidades al año frente a 95 millones. Para impulsar su consumo, el Gobierno ha puesto en marcha el Plan de Ahorro y Eficiencia Energética, entre cuyas medidas se encuentra la de entregar a cada hogar español una bombilla de bajo consumo a lo largo del 2009 y otra para el 2010.

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