El petróleo de esquisto o shale oil, como se conoce por su terminología en inglés, es una formación sedimentaria que contiene gas y petróleo. A diferencia del petróleo convencional, éste no tiene la suficiente permeabilidad para ser extraído con las técnicas habituales, por lo que es necesario aplicar otros métodos.
Es lo que se ha venido denominando fracking (fracturación) o estimulación hidráulica de la roca que encierra estos hidrocarburos. Aunque es cierto que el fracking puede tener importantes repercusiones negativas contra el medio ambiente, como la contaminación de acuíferos, no siempre es así.
Dado que la separación entre estos acuíferos y los yacimientos puede llegar a ser de dos kilómetros, además compuesta por capas sedimentarias impermeables, en muchas ocasiones el riesgo de contaminación es mínimo. Con todo, es evidente que el shale oil es un combustible fósil y, como tal, su consumo debería ir reduciéndose a medida que crecen las energías limpias como la solar o la eólica.
Sin embargo, mientras este cambio de la matriz energética cobra forma, ¿por qué no acabar con la dependencia energética de terceros países si se cuenta con yacimientos de petróleo no convencional shale oil?
El ejemplo de país que más se ha beneficiado de este petróleo no convencional es Estados Unidos, que según algunas estimaciones, para 2017 podría convertirse en el primer productor mundial. Desde un punto de vista económico, las repercusiones son innegables, puesto que el país reduce la importación, tanto de gas como de petróleo, contribuyendo a la mejora de su balanza de pagos.
En este mismo sentido, la Argentina podría aprovecharse del mismo modo que Estados Unidos, puesto que nuestro país tiene un gran potencial de este tipo de recursos. Así lo ponía de manifiesto un informe de la Agencia de Información Energética Estadounidense. Un buen ejemplo de este tipo de yacimientos de petróleo no convencional shale oil es el ubicado en Vaca Muerta, a más de 2.800 metros de profundidad.
El aprovechamiento de las reservas de petróleo de esquisto podría suponer una inyección económica para la Argentina, contribuyendo a su reindustrialización y la creación con ello de puestos de trabajo. A fin de cuentas, la importación de energía viene siendo desde 2010 por un valor promedio de 10.000 millones de dólares anuales y con esta nueva fuente de energía se podría reducir el costo.
De este modo, no sorprende que en un reciente informe, el 65% de los encuestados apruebe que se extraiga gas y petróleo de Vaca Muerta, con un 84% de los mismos indicando que puede tener un impacto muy o bastante significativo en la economía argentina.