Alessandro Volta, Charles-Augustin de Coulomb, André-Marie Ampère… Ellos y otros investigadores, impulsores de los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos de los siglos XVIII y XIX, contribuyeron a dar paso a la revolución industrial, la consagración definitiva de la energía eléctrica. En este artículo estudiaremos la historia de la energía eléctrica, pasando por cada etapa en la que este tipo de energía tuvo su protagonismo.
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Mucho antes, y como pasa siempre en materia histórica, los griegos habían detectado en las laderas de la ciudad de Magnesia un extraño fenómeno en el cual, en ciertas zonas, pequeñas piedras se atraían sin razón aparente.
La tradicional explicación escolar de la electricidad estática aplicada a la cabellera del díscolo de la clase no es más que la representación de una escena relatada por Tales de Mileto, uno de los personajes icónicos de la historia de la energía eléctrica; al descubrir que, frotando una varilla de ámbar con lana, se conseguía atraer pequeños objetos e incluso provocar algún chispazo… Como los que provocaban los rayos de las tormentas al caer, capaces de provocar incendios y matar personas o ganado, cuyo efecto fue neutralizado en 1753, gracias a Benjamin Franklin, inventor del pararrayos, vigente hoy en día como entonces.
Tras las primeras curiosidades científicas de la historia de la energía eléctrica se empezaron a visualizar las ventajas de este tipo de energía. Fueron sin duda los acontecimientos sociales del agitado siglo XVIII los que estimularon la capacidad de los científicos de la época para poner en marcha inventos e ideas fundamentales para el desarrollo industrial y el de las revoluciones acontecidas a partir de ese momento y de las que es producto nuestra sociedad actual.
Ya en el siglo XIX, en pleno desarrollo tecnológico, la electricidad dio el salto a campos tan insospechados, en un primer momento, como las telecomunicaciones: la radio, el teléfono, el código Morse, entre otros; dispositivos que hoy forman parte de la historia de la energía eléctrica.
Para entonces, los paisajes ya estaban trufados de toda clase de grandes obras de energía hidráulica y, lanzada a la conquista de una nueva civilización, la energía eléctrica se coló en las casas de los países industrializados amparando desde los más básicos a los más sofisticados electrodomésticos, siendo la lavadora considerada por muchos como el mejor invento de la Humanidad.
Así pues, conquistada la sociedad de consumo, a nadie se le pasa por la cabeza pasar un solo día sin luz, o lo que sería aún peor ¡sin televisión o Internet! La energía eléctrica debe ahora, en pleno siglo XXI, garantizar su pervivencia para asegurar un bienestar al que nadie quiere renunciar. Las energías alternativas (o renovables) y la energía nuclear tendrán que asegurar que la electricidad ya nunca nos abandonará.
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