Los restos fósiles que se emplean como combustibles son de dos tipos: por un lado, los hidrocarburos, es decir, el petróleo y el gas; y por otro, el carbón. Especialmente los dos primeros se han convertido en el recurso energético principal, dado además que el carbón del principal yacimiento argentino en la cuenca del Río Turbio tiene una densidad energética muy baja.

A nadie se le escapa que los combustibles fósiles son los que más gases de efectos invernadero producen y, precisamente por eso, el objetivo pasa porque para el 2020 las renovables aporten el 20% de la energía consumida. Sin embargo, todavía no se ha podido romper esa cadena de dependencia de los restos fósiles y, de este modo, sólo el gas supone el 54% de la energía que se consume en el país.

Hasta entonces, los restos fósiles siguen jugando un papel fundamental en el mapa energético de la nación, contando en la actualidad con once usinas grandes que generan más de 500 MW, catorce que producen entre 100 y 500 MW y más de veinticinco con una potencia menor de 100 MW.

A estas centrales termoeléctricas habría que sumar, además, otras tantas centrales de ciclo combinado con las que se mejora la eficiencia de las plantas convencionales de un 35 a un 50% en lo que a generación eléctrica se refiere.

Y en estas centrales de ciclo combinado el protagonista es eminentemente el gas natural, sin duda el que menos emisiones de CO2 produce de entre todos los restos fósiles. Ya ha pasado mucho tiempo desde aquel primer gasoducto que llegó en 1949 a Buenos Aires desde Comodoro Rivadavia. Entonces, ni siquiera era gas natural, sino gas manufacturado producido industrialmente sobre todo a partir de hulla y coque.

Desde entonces y ya en la actualidad se da la dualidad de que mientras todo indica que los restos fósiles deberían estar en su ocaso, todavía resultan imprescindibles, por lo que próximamente se invertirán 580 millones de dólares para la construcción de tres nuevas centrales eléctricas, lo que supondrá inyectar más de 2.800 MW al Sistema Interconectado Nacional a lo largo del año que viene.

No sólo eso, sino que como hemos visto en otras ocasiones, también han comenzado a explorarse yacimientos de petróleo no convencional, denominado shale oil, como el ubicado en Vaca Muerta, a más de 2.800 metros de profundidad.

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