Las células orgánicas se basan en la electrónica orgánica, es decir, cadenas de carbono que convierten los rayos solares en corriente eléctrica. El primer beneficio que se desprende de usar células orgánicas es que estas láminas pueden imprimirse en grandes cantidades con un coste bajo. Además, la absorción de las cadenas de carbono es tan alta que pequeñas cantidades de material pueden aprovechar mucha luz. Por otra parte, este tipo de paneles son menos eficientes que sus alternativas inorgánicas más recientes y tienden a romperse más fácilmente debido a los cambios químicos que ocurren durante el proceso.

Una de las grandes ventajas es que se utilizan técnicas de impresión convencionales, la misma que se usa para estampar imágenes en las camisetas. En este caso, se fijan tintas semiconductoras hechas de polímeros (también conocidas como células orgánicas) en finas láminas de plástico flexible o acero. Al tratarse de una tecnología ya desarrollada resulta más accesible  y permite imprimir a velocidades de hasta 10 metros por minuto.

Tecnologías solares complementarias

En la actualidad, estas láminas orgánicas son capaces de producir 80 W en el laboratorio y de 10 a 50 W por metro cuadrado en condiciones reales en el exterior. Estos paneles pueden incluso mejorar la eficiencia de las células de silicio más tradicionales. Sin embargo, no se han concebido para que reemplacen a los paneles actuales, sino que con diferentes tipos de células se puede capturar la luz de varias franjas del espectro lumínico. Por lo que más que tecnologías en competencia, son de hecho, complementarias.

Los investigadores afirman que imprimir células solares a tan gran escala abre un enorme campo de posibilidades para aplicaciones como señales publicitarias, energía para iluminación y la alimentación de los ordenadores portátiles. Actualmente podemos ver estas láminas pegadas a las ventanas de los rascacielos y, mediante la impresión directa sobre acero, podemos embeber las células solares en las superficies de los tejados.

La nueva impresora que ha desarrollado la Universidad de Melbourne supone una fuerte inversión de 200.000 dólares. Para dar viabilidad al proyecto, la universidad ha contado con la colaboración de dos organizaciones: “CSIRO Molecular and Health Technologies” y la Universidad de Monash. En tres años pasaron de fabricar células solares del tamaño de una uña a células de 10 cm2. Con la nueva impresora han dado el salto a células de 30 cm de ancho.

Los científicos aconsejan y predicen que el futuro mix energético va a necesitar de muchas fuentes de energía no tradicionales. Por lo que resulta interesante para las empresas posicionarse como punteras en el desarrollo de nuevas tecnologías que aumenten el parque solar, estimulen la investigación científica y apoyen la fabricación local.

Fuentes: Policymic / Flickr

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1 Comment

  1. María Hurtado Reply

    Interesante para pegarlas en toldos de tela para aptos. En la costa del sol.
    Solo si soportas en el viento medio y la flexibilidad de enrollar los.
    Sería posible medir estas variables?.

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