El 70% del acero que se produce en España procede de la chatarra, lo cual convierte a este metal en el más reciclado de todos. A esta cifra ha contribuido la existencia de muchas formas de recogida del mismo, como los chatarreros, los separadores magnéticos en los vertederos o los contenedores públicos para este tipo de residuos. De hecho, la aparición del contenedor amarillo ha contribuido a que en España se reciclen 2 de cada 3 latas, más del doble de lo que se reciclaba hace una década; todo un valor teniendo en cuenta que somos el segundo consumidor de latas de bebidas del mundo (nada menos que 7.500 millones de latas en 2007), detrás de EE.UU.
Cuando tiramos una lata en el lugar adecuado, no sólo evitamos el almacenamiento incontrolado, sino que contribuimos a que el proceso de reciclaje sea más rápido, económico y respetuoso con el Medio Ambiente (este material tarda hasta 500 años en descomponerse). El aluminio es reutilizable al 100% y puede fundirse de forma continua sin perder sus propiedades. Se puede almacenar y transportar de forma sencilla aplastándolo. De una lata se aprovecha todo, ya que tanto envase como tapa son del mismo material. Conseguir nuevos lingotes a través del reciclado consume hasta un 95% menos de energía que si se hace a partir del tratamiento de su materia prima, la bauxita. Tirar envases de aluminio no contaminados con otros residuos hace que se acelere su transformación en otros bienes necesarios, abaratándose los costes del proceso.
La búsqueda de mejoras para el aprovechamiento de este metal también tiene repercusiones positivas para el consumidor. Así por ejemplo, el espesor de las latas de refresco ha disminuido para que pesen menos y sea más confortable su trasporte, sin que esto afecte a la conservación del frío.