Las ventanas y puertas acristaladas son las más relevantes en cuanto a la demanda de energía: esto se debe al paso de la radiación solar a través de ellas y a su menor capacidad aislante.
Para esto puede resultar interesante instalar elementos de protección solar frente a estos cerramientos. Inclusive, bajo determinadas circunstancias, el Código Técnico de la Edificación obliga a los edificios de nueva construcción a disponer de elementos de protección solar en las superficies acristaladas.
Distinguimos estas protecciones en función de su naturaleza:
1. Protecciones pasivas: Son protecciones integradas en la estructura del edificio, no requieren de la manipulación por parte de los usuarios. Las más utilizadas son los aleros y las cornisas.
Estas protecciones deben suponer una barrera frente al sol en verano pero permitir que la radiación solar penetre en el edificio en invierno, de esta forma se reduce la demanda en refrigeración sin aumentar la de calefacción. Esto se consigue mediante un estudio de la posición, tamaño y ángulo de los elementos, aprovechando la menor altura del sol en invierno.
2. Protecciones activas: No son fijas, sino activadas por los usuarios, de forma manual o automática. Las más utilizadas son los toldos y las lamas. Su naturaleza móvil permite proteger el edificio de la radiación solar en verano pero aprovechar ésta durante los meses fríos.
3. Protecciones mixtas: Protecciones con elementos activos y pasivos. Este es el caso del Muro Trombe que es un muro macizo orientado al sur con un cerramiento exterior de vidrio. En la capa de aire que se forma entre el muro y el vidrio debe instalarse una persiana enrollable. Tanto en el muro como en el vidrio debe haber un hueco inferior y un hueco superior controlados con compuertas. Estos huecos pueden comunicar el ambiente interior del edificio con la cámara de aire y ésta con el exterior según interese.
La combinación del muro refractario, la persiana, el vidrio y las compuertas controladas permite una adaptación continua del cerramiento a las condiciones exteriores, permitiendo refrigerar el edificio en verano mediante el aire exterior y calentarlo en invierno mediante la radiación solar.
El ahorro energético que podemos conseguir con estas protecciones es variable, pudiéndose reducir la demanda de refrigeración hasta en un 25%. Hay que considerar, además, el incremento de confort que se produce en los edificios al implantar estos elementos.
Fuentes: Elaboración propia / Nº441 de la revista «Montajes e instalaciones» / flickr.com