Aunque muchos de nosotros lo hemos hecho en algún momento, ya mayorcitos, casi sin darnos cuenta, ahora la propuesta se ha profesionalizado y compiten el ingenio y la creatividad para conseguir nuevos usos de materiales ya usados. Bautizado como upcycling en Estados Unidos, desde donde llega convertido en moda y business, esta práctica consiste en aprovechar cualquier residuo en un nuevo objeto con utilidad ya sea práctica o decorativa.

El modelo de negocio viene determinado por el número de recolectores de objetos usados y, a primera vista inservibles, que de manera solidaria con el medio ambiente los clasifican y hacen llegar hasta centros de reconversión. Allí, a lo que un día fue carne de cubo de basura se le concede una segunda oportunidad y pasa por medio de una “rencarnación” manual a tener otra utilidad. Todos los actores implicados en el proceso salen beneficiados ya que la empresa abona a las “brigadas recolectoras” una cantidad por cada unidad recibida.

Desde que comenzó esta iniciativa, en al año 2001, se calcula que unos 2,5 billones de unidades de residuos se han salvado de convertirse en basura contaminante. Traducido como “supra-reciclaje”, este proyecto aterrizó en España en 2011 y ya cuenta con una legión de voluntarios que en colaboración con grandes empresas son capaces de reconvertir cualquier cosa.

La imaginación es el límite: lámparas que fueron ruedas de bicicletas, anillas de latas convertidas en una suerte de tejido que produce bolsos, coloristas bancos fabricados con cajas de frutas y por supuesto líneas exclusivas de bisutería confeccionadas a partir de las piezas más insospechadas como microchips, bolígrafos, teclas, o tapones de botellas.

El compromiso medioambiental viene definido por dos de las “erres” del ecologismo: la reducción del consumo y la reutilización. En este caso, el reciclaje puede esperar.

Fuentes: Twenergy / El País / Consumer / Ecología verde / Flickr

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