Aunque tendemos a concebir el veganismo como una dieta más, esta corriente va un paso adelante y, de hecho, trata de combinar la ética y la espiritualidad. Desde el punto de vista de los veganos, comer carne, pescado, lácteos, huevos o, incluso, miel está reñido con nuestras necesidades físicas, pero también con las espirituales.

Al ser vegetarianos estrictos, buena parte de las restricciones que se autoimponen los veganos están relacionadas con los derechos de los animales. En primer lugar, en no criarlos como comida, pero también no experimentar con ellos para la producción de cosmética, no utilizar geles con ingredientes de origen animal y, por supuesto, tampoco ropa, desde pantalones a zapatos o camisetas.

Con estas restricciones de lo que comen los veganos (y consumen en general) no sólo velan por el bienestar de los animales, sino del Planeta. ¿Por qué? Si nos fijamos únicamente en el sector ganadero como principal suministrador de las materias primas de estos productos, lo cierto es que, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero es uno de los principales responsables del efecto invernadero.

Si equiparamos en CO2 los gases emitidos por las reses son, incluso, más elevados que los del sector del transporte. Concretamente, este rubro es responsable del 9 por ciento del CO2 procedente de las actividades humanas. Por otro lado, la misma FAO en sus informes revela que la ganadería también tiene un impacto negativo en la degradación del suelo, así como en los recursos hídricos.

Así pues, nuestra reducción en el consumo de carne beneficiaría directamente al mantenimiento de la capa de ozono, a rebajar los efectos de esos gases contaminantes y a conservar el entorno natural. ¿Significa eso apostar únicamente por el veganismo? No tiene por qué, sino buscar un equilibrio entre ambos tipos de dieta, pues toda una Humanidad vegana es posible que también supusiera un reto para el Planeta, dado el volumen de producción necesaria para satisfacer toda la demanda.

Pero el veganismo va más allá de la comida, también implica un consumo de ropa en la que no se haya producido explotación infantil y que tampoco utilice tintes y productos químicos tóxicos para trabajadores y ambiente. En esencia, no consumir nada en cuya elaboración se haya perjudicado al ambiente.

Así pues, la cuestión no es tanto lo que comen los veganos, sino también cómo han aunado dieta, ética y consumo responsable para el cuidado de sus cuerpos y de la propia naturaleza.

 

Fuentes: Asociación Vegana Española | El País | Perfil

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