Según la gama del terminal y la vida que le hayamos dado, habrá quienes tomen decisiones diferentes. Hay quien lleva su dispositivo a ser reparado y cambiar la pantalla (aunque sabe que no va a ser exactamente el mismo) y quien directamente se compra uno nuevo, haciendo que el móvil difunto se sume a las toneladas de chatarra tecnológica que se producen cada día y entrando en un ciclo de consumo que está bastante cerca de lo que ocurre con la obsolescencia programada.
Pero ¿qué ocurriría si el móvil cuya pantalla acabamos de romper no tuviese ni que ser substituido ni que ser reparado? ¿Qué pasaría si el smartphone se reparase él solo? La cuestión parece casi digna de una película de ciencia ficción, pero es, en realidad, una opción de futuro bastante plausible gracias a un sorprendente descubrimiento de unos científicos japoneses.
El descubrimiento se ha hecho por casualidad. Un equipo de investigadores de la Universidad de Tokio estaba trabajando con polímeros para encontrar nuevos pegamentos. Uno de los miembros del equipo descubrió, mientras estaba trabajando con uno de ellos, el poliéter tiourea, que este actuaba por sí solo. Tras cortar los bordes del polímero, estos se reparaban a ellos mismos si simplemente se volvían a juntar. Esto es, si se empujaban las piezas fragmentadas una contra otra y se añadía un poco de presión, estas se volvían a unir como estaban antes de la ruptura. El tiempo preciso para lograr que se uniesen estaba en los 30 segundos, una cantidad de tiempo bastante breve.
Con este descubrimiento, y tras probar en diferentes condiciones lo que se había visto, el equipo creó un material transparente, como un cristal.
Lo que diferencia a otros intentos
La idea de encontrar un cristal que se reparase solo o un material que fuese como el cristal y que lo consiguiese no es exactamente nueva. Los investigadores llevan trabajando en ello desde hace ya mucho tiempo, porque las aplicaciones potenciales de una innovación semejante son muy elevadas. El uso que se podría dar a este tipo de cristales no se limita solo a las pantallas de los smartphones. En realidad, podrían ser usados en cualquier escenario que requiera un cristal y en el que sea interesante y hasta importante que se repare de forma rápida y segura tras un golpe. Solo hay que pensar, por ejemplo, en el uso que los coches hacen de los cristales.
Hasta ahora se había conseguido crear aproximaciones al material en cuestión, pero todas ellas tenían problemas. Los resultados funcionaban como pruebas de laboratorio, pero no eran realmente útiles fuera del mismo. Los materiales que desarrollaban los científicos conseguían arreglarse solos, pero o bien lo hacían en condiciones muy extremas – como podía ser el necesitar temperaturas muy elevadas para lograr recuperar su forma inicial – o bien los resultados eran muy poco usables – como ocurría con cristales demasiado blandos y maleables – y no eran por tanto una opción viable.
Eso es lo que hace que lo que han descubierto los científicos japoneses sean todavía más interesante. Por un lado, el resultado de sus investigaciones es mucho más resistente que las pruebas anteriores. La tesela que han desarrollado como prueba soporta un peso de 300 gramos.
Por otro lado, la reparación del cristal no necesita condiciones especiales. Cuando descubrieron el proceso, lo hicieron en un laboratorio a temperatura ambiente y las pruebas posteriores demostraron que se podía hacer en condiciones habituales. Con una temperatura media de 21 grados, el polímero ya hace su magia.
FUENTES: Elaboración propia, Ecoinventos, Phys