Vamos al supermercado y vemos que las bolsas ya no son como antes: con una textura diferente, nos dicen que son biodegradables, pero ¿cómo se fabrican? ¿Realmente son mejores para el medioambiente?
Sabemos que estas bolsas se desintegran mejor que las convencionales, y que este proceso tarda sólo unos meses y no hasta cien años, como puede ocurrir con las de plástico normales. Cada vez más, en los países industrializados se tiende a huir de estas últimas, por un lado por su alto poder contaminante, y por otro, por el encarecimiento de los precios del petróleo. En los elementos renovables y respetuosos con el entorno, una vez más, está la solución.
Las bolsas degradables interesan puesto que sus desechos pueden ser tratados como desechos orgánicos y eliminados en los depósitos destinados a ello. ¿Cómo puede una bolsa llegar a ser degradable? Hay varias fórmulas. Muchas de ellas lo son porque se les han incorporado aditivos que consiguen que sus moléculas de carbono se rompan y queden como residuos sólo algunos compuestos de metales pesados. En este caso, hablamos de bolsas oxo-degradables, que no están exentas de polémica, puesto que las partículas resultantes de su desintegración en una primera fase no pueden ser asimiladas por las plantas. Aunque esa capacidad de desintegración no deja de ser una ventaja. EPI-Global y Symphony Environmental son las dos empresas líderes de estas bolsas. EPI ha desarrollado la tecnología oxo-biodegradable que, como decíamos, consiste en agregar esos aditivos oxo-biodegradables, que favorecen la oxidación y aceleran la descomposición del plástico, por lo que este acaba siendo absorbido por la naturaleza. Y Symphony indica que es su propio plástico el biodegradable. Son dos maneras de llegar a un mismo resultado, que para los consumidores no debe presentar ningún inconveniente: se trata de bolsas con la misma resistencia, apariencia y calidad de una normal. Cuando la bolsa oxo-biodegradable recibe calor, luz solar, oxígeno… se inicia su proceso de descomposición, que acabará por convertirla en agua, humus y dióxido de carbono.
Otras alternativas son las bolsas biodegradables de fécula(almidón extraído de las papas) de papa, de maíz, o incluso a base de plátano. La marca Sphere fabrica las de papa desde 2007. Ellos hablan de ‘bioplásticos’, “polímeros termoplásticos fabricados a partir de recursos renovables tal como la patata, 100 % naturales y renovables, en lugar del petróleo”. Uniendo dicha fécula con química vegetal, Sphere fabrica casi “los mismos componentes que los derivados del petróleo, pero con mucho menos impacto ambiental, ya que es parte de una fuente renovable, neutra con respecto al efecto invernadero, que no es tóxica ni contaminante”, explican. El origen de las bolsas biodegradables y las que no lo son “es el mismo, el Carbono, pero el vegetal tiene una vida mejor, es renovable y neutro frente al efecto invernadero”, explica otro fabricante.
Por último, se habla también de la bolsa de polietileno de baja densidad, un derivado del plástico reciclable y reutilizable, más caras que las anteriores, pero que pueden reutilizarse hasta 15 veces, por lo que se calcula que cada consumidor puede llegar a ahorrar unas 18.000 bolsas de un solo uso en toda su vida.
Podemos terminar un párrafo invitndo a todos nmuetsros lectores que usen este tipo de bolsas
1 Comment
éste artículo ya se quedó obsoleto, ya se sabe que en realidad ese tipo de bolsas sólo se degradan bajo condiciones controladas de laboratorio y no en un ambiente normal en basureros y demás. Es un espejismo esto de los plásticos reciclables, compostables, o biodegradables. El enfoque debe ser al no uso de bolsas en la medida de lo posible.