No obstante, el panorama en la costa granadina no es el único sitio en donde la basura se vuelve protagonista; deambulando por las calles el panorama se vuelve habitual, peor aún es que está arraigado a la cultura y parece intrínseco, que el vendedor ambulante, el hostelero y el comprador arrojen lo que tengan en la mano a donde más les plazca.

Este panorama chocante, entre la belleza única y singular del país, sus habitantes y su cultura, con  el de la agresión silenciosa, confluyen poco a poco para dar un resultado: el 70% del agua de los ríos empieza a contaminarse, al menos así lo afirma un letrero en las calles de Rivas.

Pero afortunadamente, hay una respuesta naciente, eco-escuelas, una iniciativa de la empresa privada con diversos centros educativos que apunta en una sola dirección, la educación como pilar para cambiar la cultura, incitando el cambio en los niños desde pequeños.

La escuela Carlos A. Bravo es uno de los centros educativos que ha iniciado el proceso, un largo camino que parte de la sensibilización como baluarte para empezar una campaña de reciclaje en Granada.

A partir de allí, los estudiantes emprendieron proyectos de reutilización de desechos y creación de basureros, así como de capacitación en el tema, que incluye tanto a madres y padres como a docentes, según comentó Javier Mendoza, el vicedirector de la escuela.

La escuela, decorada y en sintonía con el proyecto, hace alusión en cada pasillo, puerta y salón de clases a los objetivos de ser una eco-escuela.

El camino no será fácil, mientras ellos emprenden una ruta visionaria de cambio, se enfrentarán con la realidad punzante, que desvirtúa sus avances y les desmotiva. Sin embargo, como dijo un joven estudiante de sexto grado, su aprendizaje va más allá de meros materiales y su efecto será más trascendente, llegará hasta las aves migrantes que vuelan a Nicaragua, que necesitan una playa limpia para arribar, por lo que hasta en ellas tendrá efecto la eco-escuela.

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