La apuesta de las empresas por mostrar una imagen más eficiente, energéticamente hablando, y responsable con el medio ambiente, pasa por integrar las acciones de ahorro y potenciar la eficiencia en el uso de los recursos de la propia empresa.

Pero la cuestión es: ¿deben los trabajadores durante su actividad laboral colaborar en lograr ese objetivo de mejora, o es la empresa únicamente la que debe llevar a cabo acciones directas mediante inversión en equipamiento eficiente?

En una oficina, durante la jornada laboral, en la preparación de un simple documento, se están consumiendo recursos y energía. La redacción del documento implica consumo eléctrico debido al ordenador y a la iluminación de la sala de trabajo, consumo eléctrico o de combustible para la climatización de la zona de trabajo, y consumo eléctrico durante la impresión del documento, a la vez que se está empleando como recurso el papel.

Se puede pensar que la manera de alcanzar objetivos de ahorro y eficiencia energética sería emplear equipos de climatización e iluminación de última generación más eficientes, y que por lo tanto es responsabilidad de la empresa. Sin embargo, la implantación de equipos de última generación no es totalmente eficiente si no se da un uso adecuado de los mismos por parte de los trabajadores en este caso.

Por lo tanto, se hace indispensable la concienciación del personal de una empresa en el uso de las instalaciones, mediante guías de buenas prácticas energéticas. Estas guías de buenas prácticas son personalizadas para cada tipo de actividad y permiten adquirir pequeños hábitos para ganar en eficiencia energética.

Es importante personalizar estas guías a cada tipo de sector o instalación, y para ello, es fundamental conocer la instalación y los hábitos de los usuarios. No es lo mismo un edificio de oficinas con la actividad administrativa que ello conlleva y por lo tanto con un consumo en equipamiento ofimático considerable, que un edificio de enseñanza donde la concienciación debe centrarse también en usuarios a diferentes niveles de implicación. 

Hay que destacar que dentro de una misma instalación existen diferentes perfiles de usuario y que además realizan tareas diferentes. No hay que olvidar que un perfil común en la mayoría de instalaciones es el personal de limpieza, y por lo tanto, también es necesario presentar una relación de buenas prácticas enfocadas a su actividad, pues la desarrollan a diario y generalmente cuando no queda nadie en la instalación, siendo los últimos en utilizar los sistemas de iluminación y climatización.

¿Qué se pretende conseguir mediante la difusión de buenas prácticas en el uso de la energía? La difusión de estas buenas prácticas permite al gestor de una instalación asegurarse de que no solo el personal de mantenimiento hará un uso correcto de los equipos, si no que los usuarios más concienciados con el gasto de energía encaminarán sus actuaciones en el uso de los equipos a la eficiencia energética. Con un correcto enfoque, todo el personal implicado en el uso de las instalaciones, será consciente del gasto energético que conlleva cada acción que realice. 

Es por lo tanto una herramienta clave para evitar los descuidos en los sistemas de iluminación que se quedan encendidos sin necesidad, para asegurar el uso de equipos de climatización consignando temperaturas dentro de los límites recomendados, concienciar en el uso de los sistemas de ahorro que tienen implementados los equipos ofimáticos cuando no se usan durante un largo tiempo, etc.

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