Desde finales de 2012 quedaron atrás las bombillas tradicionales para dar paso a los fluorescentes, los LED o las bombillas halógenas. La búsqueda de una mayor eficiencia económica, pero sobre todo de un ahorro energético y una mejora medioambiental, han provocado este cambio.
Así, hemos pasado de un gasto anual de 55 euros con las bombillas de toda la vida a las actuales, cuyo coste oscila entre los 22 y los 38 euros. Si atendemos al consumo de energía, las nuevas luminarias se sitúan entre los 0,02 y 0,07 Kw/h, lo que supone un ahorro de hasta un 80% respecto al modelo anterior.
Hablamos también de aumentar la vida útil de estos productos en más de ocho veces, pasando de las 1.000 horas de una bombilla tradicional a las 3.000 de un halógeno, las 15.000 de un fluorescente o las 50.000 de un LED.
Pero la sostenibilidad de este nuevo modelo de iluminación también hace especial hincapié al cuidado de nuestro medio ambiente. La utilización de estas alternativas nos permite evitar la emisión a la atmósfera de cientos de kilogramos de gases de efecto invernadero. Donde antes tan sólo el 2,6% de la energía que se consumía se convertía en luz, ahora esa cifra alcanza un 15%. Aprovechamos el máximo de energía y reducimos el volumen de contaminación, un doble objetivo que cumple la normativa establecida por la Unión Europea.
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