En la naturaleza existen algunos tipos de plantas autóctonas capaces de absorber los contaminantes del suelo. Especies como la saeta, el junco, el cucharero, la flor de Santa Lucía o la redondita de agua son sólo algunas de las que tienen la propiedad de absorber metales como el cobre, el plomo, el cromo o el zinc.
Así lo descubrieron los científicos cuando vieron que, en el caso de la saeta que crecía silvestre en la ribera de Riachuelo, por ejemplo, tenía hasta un tercio de presencia de cromo, zinc y cobre de la que se encontró en el suelo de la zona de muestreo.
Se trata de metales pesados altamente contaminantes y que pueden provocar graves daños tanto en la naturaleza como en las personas, puesto que una vez contaminadas las aguas puede entrar en la cadena alimentaria humana a través de la propia agua o del pescado, por ejemplo.
La gran ventaja de estas plantas es que no sólo absorben estos contaminantes, sino que los metabolizan de tal manera que ya no es que no sean devueltos en modo alguno al agua o al suelo, es que ni siquiera llegan a las hojas por lo que se evita el riesgo de recontaminación en caso de poda.
Es lo que se llama la fito-remediación, es decir, la descontaminación de los suelos, incluso la depuración de las aguas residuales o del aire interior, mediante la utilización de plantas vasculares, hongos y algas que son capaces de reducir, degradar o inmovilizar compuestos orgánicos contaminantes.
Para crear estas barreras anticontaminantes se recurre a lo que ya se ha bautizado como los biorrollos, es decir, unas estructuras cilíndricas de un metro de largo por veinte centímetros de diámetro. Estos cilindros, armados con telas degradables guardan en su interior vegetales de poda, en donde crecen estas plantas nativas que, en un primer proyecto piloto se plantarán en unos 100 metros de costa del Riachuelo, uno de los más contaminados de la Argentina (se encuentra entre los 10 lugares más contaminados del mundo).
Unos 50 de estos biorollos serán los encargados de contribuir al saneamiento de estas aguas, de cuyas profundidades ya se ha sacado, incluso, medio centenar de autos. A ellos se unirán, además, árboles como el ceibo o el sauce criollo que también han demostrado su potencial absorbente de contaminantes. Una vez más, la naturaleza nos ayuda a arreglar el desastre que hemos provocado previamente.
Fuentes: Clarín | La voz | Diario Inédito | Cinco Días