La ventaja del compost es que mejora la calidad del suelo aportando nutrientes a las plantas y reteniendo la humedad. Además, es mucho más ecológico que el uso de fertilizantes químicos: con el compostaje doméstico se emiten cinco veces menos gases de efecto invernadero que con el compostaje industrial para tratar la misma cantidad de restos de cocina y jardín.

A continuación te damos los pasos principales para que aprendas a preparar compost. ¿Preparado?

¿Qué necesito?

Para empezar, lo más recomendable es comprar un compostador prefabricado donde apilar los restos orgánicos. Existen de plástico, rejilla o madera y de diferentes tamaños. Unas tijeras de poda para cortar ramas, un rastrillo para airear los materiales y una pala para extraer el abono ya fabricado son algunas de las herramientas que deberás tener a mano. También es buena idea disponer de una máquina biotrituradora para las ramas más gruesas y un tamiz que te permita tener un compost más fino y libre de restos.

¿Dónde coloco el compostador?

Lo mejor es situarlo directamente sobre tierra, nunca sobre asfalto o cemento. Evita los lugares donde se produzcan cambios bruscos de temperatura y humedad. Lo más recomendable es colocarlo en la sombra para evitar regarlo con frecuencia. Y por comodidad, elige un sitio cercano a la cocina.

¿Qué residuos puedo echar?

Podemos aprovechar residuos del jardín, como hojas, césped, hortalizas, paja, ramas podadas, serrín, etc.; y del hogar, como cenizas, posos del café o de té, infusiones con papel incluido, cáscara de huevo, pelo, frutas, verduras y hortalizas, yogures caducados, tapones de corcho, papel de cocina, aceite de aliñar, restos de frutas y hortalizas, etc. De cada 100 kilos de basura orgánica se obtienen 30 de compost.

¿Y cuáles no debo utilizar?

Evita productos cocinados como carne o pescado (su descomposición atraerá insectos); plantas, vegetales y frutos podridos (producen malos olores y putrefacción); excrementos de personas (por los patógenos); y ceniza o serrín de madera tratada o aglomerados (las colas y barnices que llevan resultan muy tóxicas). Y por supuesto, no utilices material que no sea orgánico o biodegradable, como plásticos o vidrio.

¿Cómo se hace el compost?

Una vez que tenemos todos los materiales y sabemos qué residuos orgánicos podemos utilizar, nos disponemos a preparar el proceso de fermentación que dará lugar al abono. Los distintos elementos se apilan en diversas capas. La capa inferior estará formada de material leñoso, como ramas gruesas y piñas, y no debe superar los 30 centímetros. Sobre esta capa colocamos otra de compost acabado para asegurar que la pila se inocule con microorganismos. Las bacterias y los hongos serán los encargados de realizar el proceso de forma natural. Sobre esta capa, colocaremos una capa de estiércol de animales de granja (aves, conejos…) Las capas de materia orgánica deben intercalarse con otras de compost. La humedad es un factor clave para permitir la actividad microbiológica. Por ello, es fundamental regar periódicamente el compost.

Durante el proceso de fermentación se alcanzan temperaturas de hasta 70 grados que esterilizan la mezcla eliminando los agentes patógenos y las semillas, pero manteniendo al mismo tiempo los nutrientes de los residuos. En tres o cuatro meses (según la época del año) es posible tener un compost de calidad.

¿Cómo sabemos cuándo está listo?

El compost final debe tener un color marrón o negruzco similar al del mantillo, un olor a bosque y estar frío debido a la falta de actividad microbiana. Si en cambio notas un olor a podrido o a amoniaco, es señal de que la mezcla tiene mucho nitrógeno o demasiada humedad. En ambos casos, lo mejor es introducir más materia seca al abono. Una vez que tienes listo tu compost, deberás echarlo en tu jardín una vez al año (en otoño) para que el suelo crezca con los mejores nutrientes y de una forma cien por cien ecológica.

Ya conoces cómo hacer tu compost. ¿Te animas a probarlo?

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