Lejos de la familia tradicional, las unidades de convivencia hoy son muy diversas. Tendemos hacia lo individual, lo inteligente y lo transportable. Vivimos en un mundo global y no somos nadie (generalizo) sin nuestra pantalla personal “smart” que nos acompaña a todas partes y nos conecta con el mundo. Si esto fuera un storytelling hemos pasado del escenario pop art de los Alcantara en Cuéntame al new media art de la serie Modern Family.

La mujer se ha incorporado a la vida laboral extradoméstica, los jóvenes se emancipan más tarde, tenemos menos hijos y los parimos siendo más mayores. La población envejece, vive sola y requiere asistencia para tener autonomía. Nuestras necesidades ahora son otras.

El tamaño de las viviendas y el número de personas que las habitan se ha reducido a la mitad, hay más viviendas y un claro aumento de hogares unipersonales. Buscamos un espacio propio dentro de la casa donde ser el único dueño del mando de la tele (vuelvo a generalizar).

Basta un poco de curiosidad para darse un paseo por las estadísticas del INE y ratificar el cambio de rumbo de la sociedad en la que vivimos.

La generación “M” (de movilidad, multimedia, multitarea y multicanal) empuja con fuerza. Los nacidos durante o con posterioridad a las décadas de los 80 y los 90 del siglo XX, son nativos digitales, el resto somos inmigrantes según Marc Prensky y para muestra un botón: aquí estamos, divulgando la eficiencia energética a través de una red social con más de treinta y cinco mil usuarios repartidos por todo el mundo. ¿Desde dónde estás leyendo este post? Yo lo estoy escribiendo desde el real jardín botánico de Madrid (precioso, por cierto, en primavera).

Nos falta incluir en este humilde análisis retrospectivo, las consecuencias del brutal cambio que estamos viviendo derivado de la crisis económica: recortes de las políticas sociales, incremento del nivel de endeudamiento de las familias, dificultad de los jóvenes para acceder al trabajo, y de los no tan jóvenes. Una situación que está desplazando nuestros valores hacia una mayor empatía ante los problemas ajenos, a preocuparnos por nuestro entorno y en definitiva a tener conciencia colectiva.

Ya no somos como los “curris”, aquellos pequeños obreros en miniatura de Fraggle Rock obsesionados por levantar construcciones aparentemente inútiles hechas con una pasta a base de rábano, que se acababan comiendo los fraguel para no sufrir los efectos de la burbuja inmobiliaria. O tal vez simplemente porque tenían hambre, vaya usted a saber. Empezamos a ser muchos los que nos hacernos preguntas, y reflexionamos sobre las consecuencias de nuestros actos (ver post anterior donde os hablaba de responsarbolidad).

Hagámonos pues la pregunta ¿cómo influyen los cambios de hábitos de la sociedad en la demanda eléctrica?

La demanda eléctrica está determinada por factores como los cambios de temperatura, la estacionalidad horaria por uso de la energía (industrial, comercial, doméstica, etc.), los precios de la electricidad y de los combustibles alternativos, la regulación, las perdidas en la red, y… eccolo qua: la actividad económica, la laboralidad, la demanda doméstica de la población y la intensidad energética, que no es más que la relación entre el consumo energético y el producto interior bruto de un país. Estudiar como varía la demanda eléctrica nos sirve hasta de termómetro instantáneo para conocer el seguimiento de una huelga general (puedes ver la variación de la demanda en tiempo real en esta web).

Según el avance del informe de REE del 2012, la demanda anual peninsular de energía eléctrica se situó en 2012 en 252.191 GWh, un 1,2% inferior a la del 2011. Hace veinte años, en el 1992 la demanda fue de 127.378 GWh, más o menos la mitad. Así que aunque el crecimiento de la demanda es menos veloz a causa de la crisis, la evolución de la civilización corre hacia el aumento del consumo energético.

No descubro nada nuevo, mi objetivo era que viéramos juntos cómo ha cambiado el cuento en una sola generación en la que hemos pasado de lo analógico a lo digital. Cambian los tiempos y con ellos nuestros hábitos. ¿Qué hacemos? ¿Renunciamos a lo que llamamos confort? ¿Es posible una evolución comprometida con el medio ambiente?

El eurobarometro de la Comisión Europea del 2011 sobre la actitud de los ciudadanos europeos hacia el medioambiente es esperanzador, el 83% de la gente cree que un mejor uso de los recursos puede conducir al crecimiento económico, y el 77% de las personas creen que la protección del medio ambiente puede hacer lo mismo (frente al 66% en 2009).

Os propongo recuperar la regla de las tres erres popularizada por la organización ecologista Greenpeace, que presentó durante la cumbre del G8 en junio de 2004 el Primer Ministro del Japón, Koizumi Junichiro, a fin de desarrollar hábitos generales para el consumo responsable. Las tres erres (3R), en orden de importancia bioecológica son: Reducir el consumo de bienes o de energía, Reutilizar, y Reciclar. Está en nuestra mano, sino como diría mi madre “si esto sigue así hija, no sé dónde vamos a ir a parar”.

Recomiendo escuchar el cover de Miguel Bosé de la cabecera de la serie “cuéntame cómo te ha ido” y si no has conocido la felicidad, haz algo, que la vida es corta.

Versión de Miguel Bosé de la cabecera de la serie “Cuéntame cómo te ha ido”

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