Prácticas básicas como la no utilización de fertilizantes industriales, la eliminación de plaguicidas químicos, el respeto por los ciclos naturales de los cultivos, el reciclaje de nutrientes para su reincorporación al suelo, etc. son algunas de los pistas para distinguir un cultivo ecológico. Pero no pensemos que es un bucólico retorno al pasado, todos estos principios que ya aplicaban nuestros abuelos se combinan ahora de una manera eficiente con las últimas investigaciones científicas y la mejora de los conocimientos técnicos.

En España viene a cuento ese refrán que asegura que nadie es profeta en su propia tierra. Nunca mejor dicho lo de la tierra, España es el principal país productor de cultivos ecológicos de la Unión Europea, con casi un millón de hectáreas de producción, pero en lo tocante al consumo ganan claramente otros países, como por ejemplo Alemania.

También han apostado por este tipo de producción Francia y el Reino Unido y es que no en vano Europa es el mayor mercado de alimentos y bebidas ecológicas del mundo estimándose unas ventas de este tipo de  productos en torno a los 12 billones de euros anuales. De lejos, pero a la zaga, se posicionan los Estados Unidos donde la fiebre de los alimentos orgánicos ha conseguido que muchos de los excedentes de los cultivos ecológicos europeos acaben dirección a Norteamérica, donde el interés por estos productos es cada vez mayor.

Frutas y verduras frescas, frutos secos, café, té, cacao, hierbas y especias, aceite, edulcorantes, flores cortadas y plantas, triunfan más allá de nuestras fronteras luciendo sus vistosas etiquetas de “ecológico”, “bio”, “biológico”, “orgánico”, etc… Y aquí debemos tener cuidado con la posible picaresca que pueda darse, ya que este tipo de productos tiene un precio superior que está justificado por una elaboración más costosa y menos productiva, por lo tanto hay que estar atentos al “gato por liebre” de los cultivos ecológicos.

Fuentes: alimentos-ecologicos.net / Flickr

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