¿En qué consisten los ecomuseos? Pues se trata de espacios culturales que se distinguen de los museos tradicionales por su apuesta por el conocimiento del entorno natural en el que están radicados, ayudando a sus visitantes a descubrir la historia, el desarrollo y las dinámicas de un territorio singular y la comunidad que lo habita. De este modo, se busca promover la implicación y la sensibilización tanto de su público como de las instituciones y la sociedad que rodea al museo.
Más allá de promocionar colecciones concretas o manifestaciones artísticas, los ecomuseos se dedican a promover el desarrollo sostenible de las comunidades en las que se radican, respetando el entorno natural o las formas tradicionales de vivienda, abastecimiento o consumo. En este sentido, los ecomuseos centran sus propuestas en fomentar el conocimiento y las actividades en torno a un organismo vivo en lugar de servir de retrospectiva a la obra de un autor concreto, fomentando la conservación de unas condiciones culturales o ambientales específicas, primando su bienestar frente a modelos turísticos más agresivos.
Este modelo alternativo de curación cultural tiene sus orígenes en los años setenta, en el trabajo de los museólogos franceses Henri Riviére y Hugues de Varine, que buscaban fomentar la implicación de los visitantes y el aprendizaje de vivencias y modos de vida más respetuosos con el medio ambiente como principales metas. Sus teorías y experiencias crearon escuela y se extendieron por sociedades tan distantes como China, Italia o Noruega.
Hoy en día, en plena reformulación de los conceptos de urbanismo, cultura y sostenibilidad, los ecomuseos no han dejado de crecer y crear escuela, con más de trescientos centros de este tipo abiertos en todo el mundo, de los que más de la mitad se encuentran en la Unión Europea. Uno de los más conocidos del mundo es el Ecomuseo de Alsacia, con más de cien hectáreas de bosque y asentamientos tradicionales en plena frontera francoalemana, el Ecomuseu do Matadouro, en la selva brasileña, el Ecomuseo de’ll Agro Pontino en Italia o el Soujia Miao de China.
España también se encuentra bien representada en este tipo de manifestaciones culturales, con una veintena de ecomuseos a lo largo y ancho de su geografía. Destaca la red de ecomuseos de Andalucía, en la que se incluyen entornos de montaña como el de Lagar de Torrijos, en Málaga, o el Ecomuseo del Agua, en la gaditana Sierra de Grazalema. Mientras, el Ecomuseo Valle de Samuño, en Langreo, recrea y mantiene viva la tradición y el entorno de la cuenca minera, mientras que el planteamiento más energético y alternativo corre a cargo del Museo del Automóvil de Málaga, un ejemplo de que claro de que los ecomuseos ofrecen propuestas de ocio para todos los gustos, pero con el bienestar y la sostenibilidad como metas principales.