Aunque podamos pensar que es un invento moderno, la primera referencia a una técnica que conseguía hacer crecer plantas terrestres fuera del suelo se recoge en un texto de Sir Francis Bacon fechado en 1627. Posteriormente, ya en 1928 esta técnica fue estudiada y promocionada para su uso a gran escala por el profesor W.F. Gericke al que podemos atribuirle su bautismo: hidroponía. Es decir, el cultivo de plantas en soluciones acuosas, por lo general con algún soporte de arena, grava, etc. Estas soluciones contienen los minerales necesarios para que la planta consiga un rendimiento mayor que las sembradas en tierra: agua con oxígeno (O2) y todos los nutrientes esenciales.
Más conocida como “cultivo sin suelo” en otros países (soiless culture, culture senza terreno, culture sans sol), la falta del mismo se suple con distintas soluciones. Lana de roca, arenas silíceas, calcáreas, turbas…
No apta para todos los tipos de cultivo, la hidroponía se reveló como una alternativa para aquellos suelos donde las condiciones eran adversas para la agricultura. Hasta tal punto se popularizó esa idea que esta técnica fue utilizada en plena Segunda Guerra Mundial para poder suministrar verduras frescas a los soldados atrapados en los terrenos pantanosos del Pacífico. Incluso ha volado al espacio como una forma de experimentación en naves espaciales.
Desde esas mismas naves espaciales se distinguen ahora grandes superficies de la costa almeriense forradas de un plástico que oculta muchos de estos cultivos hidropónicos cuyo desarrollo en las últimas décadas ha sido espectacular. Y es que sus ventajas son innegables:
– Óptima relación aire/agua en el sistema de raíces de la planta, favoreciendo por tanto el desarrollo del cultivo.
– La nutrición está mucho más controlada que en los sistemas de cultivo en suelo, puesto que no existen interacciones. Se emplea una solución nutritiva directamente o aplicada a un sustrato totalmente inerte, sin que medie actividad química.
– En sistemas cerrados, en donde el drenaje es reutilizado, se puede conseguir un ahorro de agua y fertilizantes. Y el control de dichos drenajes evita la contaminación de suelos y acuíferos.
– Se puede emplear sustratos procedentes del reciclaje de residuos como la paja de cereales, la fibra de coco, ladrillo triturado, fibra de madera, residuo de la industria del corcho, etc.,
– Se evitan las enfermedades típicas del suelo y el uso de desinfectantes.
– Facilita las labores de podas, entutorados, recolección… Y se suprimen los trabajos de abonado, preparaciones de suelo y eliminación de malas hierbas, lo que mejora notablemente las condiciones de trabajo.
Fuentes: Twenergy / Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Generalitat Valenciana / Flickr