La culpa de esta situación está en el verano impresionante que la zona acababa de dejar atrás. El invierno y la primavera habían sido bastante agradables, con muchas menos lluvias que las habituales, y el verano había sido, por así decirlo, digno del Mediterráneo, con mucho sol, calor y nada de lluvias. Con el arranque del otoño, el calor seguía presente, la gente continuaba en la playa y las lluvias seguían pareciendo lejanas.
Todo esto solo se puede comprender si se habla del cambio climático. El verano había sido tan atípico porque el cambio climático había empezado a dejar notar sus efectos. De hecho, según un estudio elaborado por los geógrafos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Alberto Martí y Dominic Royé, en las últimas décadas el número de días de verano se ha multiplicado.
En la ciudad de Santiago de Compostela, por ejemplo, en menos de setenta años se han duplicado los días veraniegos. No solo ha ocurrido esto: el verano empieza antes (en los años 50 o 60 los días de verano empezaban en mayo, ahora lo hacen en abril) y termina más tarde.
Los datos demuestran además que el cambio climático no solo nos ha dado más días de verano y durante un período más amplio de tiempo, sino también temperaturas más elevadas. Un análisis de la World Weather Atribution (WWA), ha señalado que las temperaturas de récord que hemos vivido en el último verano en Europa no han sido casualidad. El cambio climático ha hecho que llegar a ellas sea diez veces más probable de lo que lo era tiempo atrás.
«En muchos pueblos y ciudades del sur de Europa, ahora hay una probabilidad de 10 en ver una ola de calor tan tórrida como la que hemos visto durante el verano pasado cada verano», apuntaba uno de los expertos responsables del estudio, recordando que un verano como el último hubiese sido muy poco probable a principios del siglo XX.
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Más verano, más incendios forestales
Y esto tiene efectos directos en el entorno. No solo los riesgos de sequía son mayores, sino también los de incendios. Un informe de septiembre de WWF ya bautizaba a 2017 como el año negro de los incendios en todo el mundo y señalaba que en España había sido una de las peores temporadas de incendios de la década. En septiembre ya se llevaba una cifra de hectáreas quemadas un 17% superior a la media de la década. La cifra sea posiblemente mucho peor cuando actualicen datos, ya que octubre fue un mes negro en lo que a incendios forestales se refiere.
A eso se suma que las condiciones climáticas han hecho que los incendios sean peores. «Este verano los medios de extinción han tenido que enfrentarse a incendios que recorrían cientos de hectáreas en unas pocas horas, fuegos monstruosos imposibles de apagar hasta que se les acaba el combustible», recordaba la portavoz de la campaña de incendios de WWF España, Lourdes Hernández. Los incendios forestales han empezado a ser superincendios.
La COP23
Por eso, la lucha contra el cambio climático y el compromiso de los diferentes países empieza a ser cada vez más importante. Justo cuando ese verano eterno de 2017 iba terminando se celebró en Bonn la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23), que reunió a representantes de 195 países que llegaron a ciertos acuerdos sobre el marco común de actuación.
EFE
Para algunas asociaciones ambientalistas, los acuerdos no son todavía lo que deberían haber sido, pero los representantes políticos señalan que se están tomando pasos. En la cumbre, se cerró la puesta en marcha del Diálogo de Talanoa, que medirá cómo se está actuando y cómo se puede mejorar lo que se hace.
FUENTES: Elaboración propia, EP, WWF, CienciaPlus-EP, La Voz de Galicia