La economía social y solidaria es muy heterogénea pues agrupa a las más diversas organizaciones pero en cuyo ADN hay un rasgo común: todas ellas desarrollan su actividad bajo principios de participación democrática a la hora de tomar decisiones, cierto anticapitalismo que antepone las personas al capital y autonomía en su gestión.
Frenar el afán de consumismo desenfrenado con la solidaridad como mejor arma es una de las maneras en que este nuevo concepto contribuye indirectamente al respeto del ambiente, consiguiendo involucrar, además, al sector privado. El objetivo último es lograr una economía social democrática, solidaria y distributiva; en suma, una economía eficiente que maximice el aprovechamiento de los recursos escasos.
Experiencias concretas que han construido esa nueva economía social y solidaria son los artesanos de Bariloche, que desde 1985 agrupa en Río Negro a emprendedores de talabartería, macramé, carpintería, orfebrería, etc.; la cooperativa Percival en Lanús Este, que resucitó a la quebrada ‘Textil San Remo’ y produce y comercializa sweaters, chombas, remeras y camisas; o La Ovejita Negra, que fabrica juguetes con los que promover el desarrollo infantil favoreciendo la interacción de padres e hijos.
El peso de la economía social y solidaria en la Argentina ha cobrado tal importancia que incluso desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se apoya activamente, a través del impulso a los emprendimientos productivos a los que dota de las herramientas necesarias, como espacios de comercialización.
Este auge se percibe en, por ejemplo, la demanda de una Ley Nacional de Promoción de la Economía Popular, Social y Solidaria, apoyada por la Cámara de Diputados y la Federación de Asociaciones de Microcrédito y Economía Social de la Argentina (FAMESA). La filosofía detrás de esta iniciativa se concreta en que la economía social ha traspasado la política pública para formar parte también de una política de Estado, entendiéndola como una herramienta que pone en discusión la renta en la Argentina y la transferencia de ingreso social.
Asimismo, las ferias de economía social y solidaria también juegan un papel muy importante en el crecimiento y concientización de este movimiento. Estas ferias no sólo sirven para que los emprendedores y cooperativas exhiban y vendan directamente sus productos, que van desde alimentos ecológicos, a prendas de tejidos o artesanía con diversos materiales, sino que además se realizan talleres de capacitación en múltiples técnicas.
Al mismo tiempo, las ferias han terminado por convertirse en auténticos espacios para la creación de redes sociales y recuperación de saberes y tradiciones populares, contribuyendo a fortalecer una mayor inclusión de todos los sectores sociales.