Les podemos explicar que: “el certificado de eficiencia energética es un documento oficial redactado por un técnico competente que incluye información objetiva sobre las características energéticas de un inmueble y lo califica calculando el consumo anual de energía necesario para satisfacer la demanda energética de un edificio en condiciones normales de ocupación y funcionamiento. El proceso concluye con la emisión de un certificado de eficiencia energética y la asignación de una etiqueta energética. La escala de calificación energética varía entre las letras A (edificio más eficiente energéticamente) y G (edificio menos eficiente energéticamente). Este certificado resulta obligatorio, salvo excepciones, para el propietario de cualquier parte individual de un edificio existente objeto de una operación de compraventa o de alquiler.”
Ahí queda eso… y si además le pongo una imagen esotérica de Google, ¡entonces ya es la repera! Esta definición es un solo ejemplo que también se podría aplicar con todas estas palabras de moda que están en la orbita de la rehabilitación energética: demanda energética, eficiencia energética, consumo energético, smartgrids, smartcity, sostenibilidad, ahorro energético, envolvente térmica, transmitancia térmica, factor solar modificado, radiación solar, convección térmica, auditoria energética, etc. A veces nos pierde nuestro vocabulario técnico y el exceso de abreviaturas. Hay que evitar el abuso de siglas y números que parece que todos deberíamos conocer como el 20-20-20, EECC, CO2, ESE, etc. y que sólo son conocidas en el universo de los posgrados y congresos energéticos.
¿Qué ocurriría si un técnico energético va a la consulta del Centro de Salud y el doctor le explica que tiene “una influenza o enfermedad infecciosa de aves y mamíferos causada por un tipo de virus de ARN de la familia de los Orthomyxoviridae que afecta a las vías respiratorias y] en algunos casos puede complicarse con pulmonía (neumonía) y[ puede provocar náuseas, vómitos y síntomas de gastroenteritis”?
¿Cómo se quedaría el técnico energético sin entender porqué está enfermo y qué puede hacer? Se le quedaría la misma cara que a su cliente o amigo cuando le explica qué es el certificado de eficiencia energética. Es fundamental hablar en el mismo lenguaje que nuestro interlocutor o público para hacernos entender y sobre todo como deferencia hacía el cliente.
Qué diferente hubiera sido si el doctor le hubiera explicado al técnico energético que tiene “gripe”, 3 días de cama, tomar muchos líquidos y en caso de fiebre un Gelocatil cada 8 horas. Perfecto. Sencilla explicación de que nos pasa y que podemos hacer para solucionarlo.
Podemos extrapolar dicho ejemplo al universo energético y seremos capaces, como técnicos, de dar sencillas explicaciones que todos nuestros clientes y amigos puedan entender y aplicar. En este mundo energético donde para el usuario lo que más le interesa es que le podemos aportar y que puede hacer para conseguir que su casa o edificio sea más confortable, seguro y sostenible (ahorro energético) y con sencillos consejos como:
– La casa aparte de valorarse por el barrio y orientación ahora también se valorará ahora por la letra que tiene A, B, C.
– La letra de un vivienda funciona igual que en la nevera o lavadora.
– Mejorar la calidad de vida. Mismo confort y seguridad pagando menos en la factura de luz y gas… eso es ahorro energético.
– Recordar que: cuando las cosas están apagadas ahorran. Si están encendidas siempre gastan. La energía no se ve pero se paga en Euros.
– Respeto por el medio ambiente al reducir el consumo de energía.
Hay un alto riesgo de que las personas que nos rodean se cansen de nuestro vocabulario técnico y digan “pasapalabra” de la energía y todo su universo de la rehabilitación energética, eficiencia energética, consumo energético, smartcities, sostenibilidad, ahorro energético, etc. hasta que se entienda lo que queremos explicar y aportar. Tenemos mucho trabajo que hacer.
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