Ramón Agustín Bacre González, Ingeniero Biotecnológico por el Instituto Tecnológico de Monterrey y exalumno de maestría en Ciencias de la Tierra en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha desarrollado un nuevo biofertilizante capaz de capturar el carbono, potenciar la fertilidad de la tierra y reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Gracias a su innovación, recibió uno de los diez premios a los Innovadores menores de 35 en México, por la edición en español de la MIT Technology Review del instituto tecnológico de Massachusetts en 2015.

El nuevo biofertilizante está compuesto en su mayor parte de “Carbón Biológico”,  también conocido como “Biocarbón” o “Biochar” (en inglés). Se obtiene de la pirólisis de la biomasa, que consiste en la descomposición de materia orgánica como madera, hierba, residuos orgánicos, estiércoles etc… al ser expuesta a temperaturas muy altas y a una oxigenación muy baja. El material que se obtiene, el “Biochar”, posee una gran cantidad de nutrientes y es muy rico en carbono.

La característica más importante del Biochar es su capacidad para retener el carbono en el suelo, y reducir así, la cantidad de CO2 enviada a la atmósfera. Su bajo grado de descomposición hace que el carbono pueda permanecer en el suelo durante años, potenciando su fertilidad y aumentando su grosor. Además, presenta una superficie porosa que mejora la capacidad de retención de humedad del suelo, facilita el intercambio de nutrientes y regula el PH.

Existen indicios de que antiguas civilizaciones utilizaban técnicas de cultivo parecidas al uso del Biochar como fertilizante. Es el caso de Terra Preta de Indio, en la Amazonía central, también conocido como “Tierra Negra del Amazonas”. El suelo de este lugar posee un color muy oscuro y una alta cantidad de nutrientes y de carbono, en comparación con las tierras de los alrededores, más pobres y propias del ecosistema de la selva Amazónica. Se cree que estos suelos han perdurado en el tiempo gracias al trabajo de fertilización del suelo que realizaron los indígenas precolombinos entre los años 2500 y 500 AC.

En 2010 Bacre fundó su propia empresa, “Biotecnología Mexicana contra el cambio climático”, cuyo objetivo principal es aprovechar la capacidad del biochar de desarrollar distintos microorganismos, para producir así fertilizantes adaptados a los diferentes tipos de suelo y a las necesidades de cada metodología de cultivo. Su actual innovación consiste en el enriquecimiento del “Biochar” con microorganismos beneficiosos, que potencian aún más su capacidad fertilizante, convirtiéndolo en un microhábitat perfecto para el desarrollo de hongos benéficos y de bacterias nitrificantes. Actualmente ha desarrollado una fórmula específica para el suelo de Veracruz, zona donde se cultivan dos productos con alto potencial comercial: la vainilla y el bambú.

Bacre recalca la gran importancia que supone el cambio climático para nuestro planeta, propone además transformar su idea en un innovador modelo de negocio sostenible, y busca estrategias para comercializar su nuevo producto en el mercado.  El reto consiste en vender el “Biochar” a aquellos clientes que se dedican al sector agrícola, y cuya preocupación principal no es la reducción del impacto ambiental, sino la optimización de sus recursos y de la productividad.

El uso del “Biochar” en el cultivo de los suelos puede reducir considerablemente el impacto de la agricultura agresiva en el mundo, es un sustituto ideal de los fertilizantes artificiales, enormemente dañinos para el medio ambiente y que son, en parte, responsables de la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Cuidar el medio ambiente es un reto que hay que enfrentar a corto plazo y la ciencia mexicana tiene su granito que aportar, innovaciones así marcan la ruta para convertir el planeta en un lugar mejor.
 

Fuentes: MIT Techonology review | Energryn

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