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¿Cómo medimos la eficiencia energética?

1. QUÉ ES LA EFICIENCIA ENERGÉTICA

Obviamente, esta definición es muy ambigua. ¿Reducir el consumo de un proceso, de un activo, de un servicio? ¿Cuánto hay que reducir para hablar de que algo es eficiente? ¿Se trata de una actuación puntual, recurrente, continua? ¿Es eficiente lo mismo que eficaz o productivo? Por tanto, para asegurarnos de que todos hablamos de lo mismo, lo primero que debemos hacer es acotar mínimamente los términos. En general, hablaremos de eficiencia como la optimización de los recursos empleados para conseguir un objetivo dentro de una organización, como puede ser el mantener las condiciones de confort de un edificio, alcanzar la temperatura y presión requeridos en un ciclo de vapor o recorrer el máximo número de kilómetros con un vehículo. Además, estableceremos que la eficiencia energética es sobre todo una estrategia de gestión, por lo que debe impregnar toda la actuación de la organización sin límites temporales. Es evidente que para asegurarnos que estamos de verdad optimizando el desempeño de los recursos (táctica) y alcanzando los objetivos en nuestra gestión (estrategia) se hace imprescindible medir el consumo de energía. Esto es, cuantificar de manera objetiva los indicadores que perseguimos y los recursos que empleamos para su consecución. Actualmente hay disponibles en el mercado varias herramientas encaminadas a garantizar que podemos realizar esta medida energética de forma consistente (no comparamos peras con manzanas), dentro de la estrategia general de nuestra organización (nada más ineficiente que la dispersión de actuaciones) y con la vista puesta en la mitigación del cambio climático. Algunas de estas herramientas se comentan a continuación. 

2. MEDIDA DE LA ENERGÍA EMPLEADA

2.1. Auditoría energética

La auditoría energética es la herramienta fundamental para la evaluación del desempeño energético de una organización. Cualquier actuación de mejora, estrategia de optimización o asignación de responsabilidades derivadas del uso de la energía requieren de un análisis profundo de la información disponible, identificando y priorizando alternativas a las prácticas en curso y cuantificando los ahorros potenciales para una toma de decisiones fundamentada. El nivel básico de detalle de una auditoría da lugar a un diagnóstico energético, que sería un primer paso en la evaluación. El contenido de una auditoría completa se describe en estándares internacionales como la ISO 50002, de reciente publicación. En este sentido, es muy recomendable el documento publicado por A3e sobre los distintos alcances de los procesos de auditoría energética. Se deduce que la auditoría no es literalmente una herramienta de medida, pero si el instrumento imprescindible para que cualquiera de las alternativas descritas a continuación partan de una información fiable y se integren en una actuación global coherente encaminada a mejorar la eficiencia energética de una organización.

2.2. Planes de medida de ahorros

Dentro de las herramientas concebidas para el cálculo de ahorros energéticos, una de las más populares es el protocolo IPMVP (International Performance Measurement and Verification Protocol), desarrollado por la entidad norteamericana EVO. Este estándar independiente incluye varias modalidades de aplicación, mediante medidas físicas y modelizaciones, así como un esquema de acreditación de técnicos que garanticen una adecuada aplicación de la herramienta. El cálculo del ahorro real se basa en la comparación de la energía empleada en un periodo de referencia (línea base, habitualmente proveniente de la auditoría energética) frente al consumo registrado en otro periodo corregido mediante una serie de ajustes tanto rutinarios (preestablecidos) como las condiciones climatológicas o de operación, como no rutinarios (no previsibles) como modificaciones en la demanda, cambios legislativos o de las condiciones de proceso o contorno. 

2.3. Certificación energética

Una herramienta simple, aunque de suficiente precisión para algunas aplicaciones es la certificación energética. Tanto si se trata de inmuebles como de aparatos electrodomésticos, equipos de iluminación o vehículos, una etiqueta visualmente identificable por una gama de colores estándar muestra una clasificación energética dentro unos márgenes preestablecidos. Esta imagen gráfica resulta muy útil para guiar al gran público, desconocedor de parámetros de medida energética o de los valores esperables de desempeño de un edificio o equipo técnico, hacia opciones energéticamente más eficientes. La escala está establecida por normativa ex profeso para cada elemento que califiquemos, asegurando un rango de consumo en condiciones estándar que permite la comparación entre distintas opciones del mercado. 

2.4. Huella de carbono

Este concepto, que va más allá de la mera eficiencia energética, es más reciente y está orientado a emplearse como referencia para las medidas de lucha contra el efecto invernadero. La huella de carbono se refiere específicamente a la medición de emisiones de CO2 y GEI de un proceso, desde que comienza la producción de un bien o servicio hasta que llega al consumidor final. Por ejemplo, la ISO 14064 estandariza la metodología para realizar (medir) los inventarios de emisiones de una organización, así como el contenido que deben tener los informes para que sean verificables por terceras partes que contribuyan a dar credibilidad. Hay otras herramientas de medida de la huella, como pueden ser PAS 2050, GHG Protocol, IPCC Guidelines, DEFRA o Bilan Carbone, aunque todas persiguen el mismo objetivo. 

3. LA EFICIENCIA COMO ESTRATEGIA DE GESTIÓN

Finalmente, vamos a ahondar en el concepto estratégico de la medida de la eficiencia energética. Para ello, es recomendable recurrir a los sistemas de gestión que estandarizan las normas ISO para las organizaciones, destacando el referido a la gestión energética (ISO 50001). Esta herramienta metodológica permite que la gestión de la energía esté integrada en sus procedimientos de gestión, asegurando su consideración en cada proceso interno y su mejora continua mediante el conocido ciclo planear-hacer-comprobar-actuar. Como no podía ser de otra manera, una de las claves del sistema en la medida y verificación de consumos. Desde el establecimiento de una línea base (escenario inicial contra el cuál comparamos situaciones de futuro) y sus indicadores energéticos, hasta los recursos humanos y materiales que se comprometen para la revisión periódica de resultados y el establecimiento de nuevos objetivos cualitativa y cuantitativamente más exigentes

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