Cuando tiramos una lata en el lugar adecuado, no sólo evitamos el almacenamiento incontrolado, sino que contribuimos a que el proceso de reciclaje sea más rápido, económico y respetuoso con el Medio Ambiente (este material tarda hasta 500 años en descomponerse). El aluminio es reutilizable al 100% y puede fundirse de forma continua sin perder sus propiedades. Se puede almacenar y transportar de forma sencilla aplastándolo. De una lata se aprovecha todo, ya que tanto envase como tapa son del mismo material. Conseguir nuevos lingotes a través del reciclado consume hasta un 95% menos de energía que si se hace a partir del tratamiento de su materia prima, la bauxita. Tirar envases de aluminio no contaminados con otros residuos hace que se acelere su transformación en otros bienes necesarios, abaratándose los costes del proceso.
La búsqueda de mejoras para el aprovechamiento de este metal también tiene repercusiones positivas para el consumidor. Así por ejemplo, el espesor de las latas de refresco ha disminuido para que pesen menos y sea más confortable su trasporte, sin que esto afecte a la conservación del frío.
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