Ya existían experiencias previas con botellas, como la de Tomislav Radovanovic, un profesor de Ciencias Físicas de Serbia que tardó cerca de cinco años en levantar su casa en la ciudad de Kragujevac (al sur de Belgrado) sobre unos cimientos de hormigón, con 14.000 botellas de plástico. La imaginación no tiene límites cuando se trata de aprovechar los materiales que nos rodean con una mirada sostenible. Una mirada, por otro lado, que puede contagiarse y eso es, precisamente, lo que tratan de hacer en Argentina el Centro Experimental de la Vivienda Económica (CEVE), el instituto del CONICET y la Asociación de Vivienda Económica (AVE). Juntos, los tres organismos han puesto en marcha un proyecto de transferencia de tecnología para la producción de viviendas sociales en las que el cuidado por el medio ambiente ocupa un lugar privilegiado.
En este sentido, el proyecto contempla la utilización de ladrillos ecológicos producidos a partir del reciclado de PET; cielorrasos termo aislantes, construidos con placas prensadas de cáscara de cacahuete con resina ureica o artefactos sanitarios optimizadores y economizadores de agua a través de dispositivos de reciclado y pulverizado.
Llegados a este punto, siempre surge la pregunta: estos desarrollos, ¿realmente son viables o se quedan en lo anecdótico por lo pintoresco del uso de PET? La respuesta, sencillamente, son los hechos: a finales de la década de los 90, tras padecer las inundaciones del Paraná, se levantaron más de 300 viviendas con este sistema para alojar a las familias afectadas de seis localidades del litoral argentino (Reconquista, Goya, Alejandra, Romang, General Vedia y Paranacito).
Esta no es la única iniciativa del CEVE argentino y, de un modo más experimental, ya ha construido cuatro casas con paredes formadas a partir del papel de miles de alfajores, caramelos, chocolates y galletitas; con los techos construidos con cáscara de cacahuete. ¿Casas de papel? Sí, comienza a ser una realidad y, de hecho, en Bloomfield (EEUU) hay experiencias de casas edificadas con una mezcla de papel reciclado, cemento, agua y arena, muy resistentes si la compresión del material se realiza correctamente -incluso al fuego, pues se puso a prueba durante 9 horas a 1.800 grados de temperatura-. Lo curioso del asunto es que la patente de este sistema data de 1928. Quién sabe, quizás el futuro y nuestro cuidado por el medio ambiente esté aún más ligado al pasado de lo que creíamos.
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