Hoy en día, una gran parte de artículos de consumo están diseñados para dejar
de funcionar al cabo de un cierto tiempo, esto es lo que entendemos como obsolescencia programada.
A día de hoy es difícil pensar en que la vida útil de un electrodoméstico supere los 10-15 años de duración. Vivimos en la sociedad basada en el consumismo; consideramos que un televisor está obsoleto al cabo de 5 años, un teléfono 3 años y un ordenador en 4 años, todo ello por culpa del gran avance tecnológico que hace que lo que compres, en un año ya esté obsoleto tecnológicamente hablando.
Por lo que es necesario promover el cambio hacia un modelo económico sostenible y solidario, a travésde productos éticos y responsables.
Todo esto es que no somos conscientes de las consecuencia sobre el medioambiente que origina el consumo desenfrenado de estos aparatos.
Según la ONU generamos 50 millones de toneladas al año de estos residuos que suelen acabar en vertederos ilegales en países de desarrollo como África, China o India.
Es muy importante concienciar tanto a los consumidores y productores de que el consumo de materiales y energía son problemas que nos afectan a todos nosotros y a nuestros hijos.
Existe un proverbio Indio que dice que la tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos y a este paso el futuro pinta muy mal si las instituciones, organizaciones, y consumidores no cambiamos nuestra forma de pensar.
Como consumidores debemos:
Pocas empresas que están luchando contra este mal llamado obsolescencia programada, pero en feniss.org están haciendo un buen trabajo.
Sus objetivos son claros y coherentes y así se definen en su web: «Mediante su fundación y sus productos feniss desea un mundo mejor, más justo y solidario, con un mayor nivel de desarrollo humano, en el que predomine la igualdad social.»
Un mundo en el que se preserve la diversidad biológica y se mantengan los procesos ecológicos esenciales. Proponen un modelo de desarrollo que económicamente viable, que garantice el bienestar social, que asegure el uso racional de los recursos naturales y que respete la diversidad cultural.
Todo ello lo hacen con un producto que es revolucionario para unos, pero dudoso para otros que son reticentes a creerse la bondades de dicho producto.
Es la primera y única línea de iluminación doméstica, profesional, industrial y para organismos públicos sin obsolescencia programada, es decir, todos sus componentes están diseñados para no fallar, consumir menos energía, lograr la máxima duración que permite la tecnología actual y respetuosos con el medio ambiente.
Es la única bombilla en el mercado que se puede reparar y que según su publicidad tienen los siguientes beneficios:
Habrá que estar al tanto de la evolución de esta compañía con capital 100% español.
Algunas empresas lo tienen claro, sus productos deben tener una “caducidad” que permita a la rueda de la producción seguir girando.
Por muy bien que la cuidemos al final su autonomía se reducirá notablemente y tendremos que cambiarla o comprar otro teléfono. Esto es las obsolescencia programada, una forma en la que los fabricantes programan o determinan la vida útil de un producto durante la fase de diseño. Con ello no solo consiguen que invirtamos nuestro dinero en reparaciones, a fin de cuentas su objetivo es que vayamos a la tienda y nos compremos uno nuevo.
Aunque pueda parecer sorprendente, esta obsolescencia es implementada por gran parte de las empresas en el mundo y su objetivo, a grandes rasgos, es el de seguir acumulando beneficios con la producción de nuevos bienes y que de esta forma les permita crecer. Un gran ejemplo de esta “caducidad” programada lo podemos ver, en su mayoría, en productos electrónicos como teléfonos móviles, ordenadores o electrodomésticos.
Uno de los factores que indican, sin lugar a dudas, este periodo de obsolescencia programada es el precio, por lo general, aquellos productos que tienen un precio bajo y cuyos materiales son de una calidad menor, tienden a tener una vida útil más corta lo que nos obliga a sustituirlo antes de tiempo. Sin embargo, aquellos productos con precios más elevados y cuyos materiales y fase de producción son más costosos, tienden a durar más intentando equilibrar la balanza de la calidad-precio.
Para conocer mejor este término y profundizar en sus características principales hay una serie de documentales que explican mediante ejemplos y entrevistas la esencia y el objeto de esta estrategia llevada a cabo por las empresas.
En definitiva, lo que debemos preguntarnos es ¿qué pasaría si tuviésemos productos que durasen años? La finalidad de las obsolescencia programa es la de darle una vida útil al producto para así seguir consumiendo, de tal forma que la empresa siga obteniendo beneficios y la innovación siga hacía adelante, siempre con el objetivo de darle al consumidor algo nuevo. En definitiva se trata de una forma de incentivar el consumo por un lado, y el desarrollo junto con el progreso por otro.
Y no es que se hagan las cosas con peores materiales que antiguamente, sino que la vida de estos aparatos está diseñada para durar un período corto y así poder «activar» la economía.
Hubo un tiempo en el que los responsables de las empresas se dieron cuenta de que si hacían los objetos con una vida muy larga eso haría disminuir el consumo. Uno de los ejemplos es el de las bombillas. Los ingenieros se preocupaban en diseñar bombillas con vidas útiles cada vez más largas, pero tras este cambio de pensamiento muchas compañías de venta de bombillas se juntaron para crear una ley que prohibía diseñar bombillas que duraran más de 1.000 horas y hacían estrictas comprobaciones para que esto se cumpliera.
De la misma manera pasó con infinidad de otros productos, como pueden ser las impresoras, que tras una serie de impresiones definidas dejan de funcionar.
Los que defienden este funcionamiento de la industria opinan que sirve para activar la economía, pero deberíamos pararnos a pensar también en qué ocurre con todos esos aparatos que dejan de funcionar. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los tiramos a la basura? ¿Se reciclan?
Hay normativas para su correcta recogida y posterior reciclaje de sus materiales, pero algunas compañías, para evitarse el coste de su correcta gestión, mandan a países menos desarrollados estos residuos alegando ser donaciones de material informático de segunda mano, y cuando llegan a estos países, como éstos no funcionan son tirados a vertederos o a pleno campo contaminando espacios antes de gran valor.
Y además de los residuos generados, debemos pensar en los materiales y energía necesarios para producir ese objeto. El Planeta no es ilimitado como ya sabemos y esto no puede continuar indefinidamente.
Lo bueno es que muchas empresas están empezando a tener otro pensamiento y quizá, con el esfuerzo de todos, podamos cambiar esta situación.
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