La reforma contempla, entre otras acciones, la mejora del aislamiento de las 6.500 ventanas, la instalación de nuevos sistemas de aire acondicionado y calefacción, la implantación de sistemas de iluminación inteligentes que se apaguen cuando no haya nadie o la creación de un sofisticado sistema de información sobre el uso que sus inquilinos hacen de la energía.
El ejemplo que puede proporcionar el Empire State Building no es baladí. Se calcula que la mayor parte de las emisiones de gases invernadero de Nueva York (el 78%) son producidas por sus edificios, siendo las torres de oficinas responsables de un 25% del total. La mayor parte de las emisiones son producidas por el uso de la electricidad y el gas natural.
El plan contempla, incluso, la concienciación de aquellos que trabajan en el rascacielos, que podrán, si lo desean, monitorizar a través de sus ordenadores cuánta energía se está usando en su parte del edificio. Lo que no cambiará, para tranquilidad de los amantes del skyline neoyorquino, es su emblemática iluminación nocturna, que representa una cantidad mínima del gasto energético del edificio y podrá seguir siendo admirada por turistas y vecinos.
Fuente: Elaboración propia / elpais.com / esbnyc.com / nytimes.com / reuters.com / flickr.com
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