Yucatán, uno de los estados del sureste mexicano situado al norte de la península del mismo nombre, ha prohibido el uso de sustancias químicas potencialmente peligrosas para el medioambiente y la salud en los cultivos situados en su territorio. El decreto publicado el mes de octubre de 2016 por el gobierno yucateco argumenta que esta medida se aplica bajo “el principio de precaución ante el daño moralmente inaceptable de amenaza para la salud por la presencia de soja transgénica y el uso extensivo de agroquímicos”.
Grupos indígenas de la península de Yucatán, cuya subsistencia depende de la explotación agrícola, llevaban años demandando a las multinacionales agroalimentarias que operan en la región un mayor control de los efectos de la siembra de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y del uso extensivo de pesticidas y plaguicidas.
Los grupos ecologistas, activistas y agrupaciones campesinas que se oponen al uso de organismos genéticamente modificados sostienen que sus efectos nocivos en los cultivos podrían afectar a la salud de trabajadores y consumidores. Además, argumentan que son un factor de contaminación genética del terreno, con lo que ello conlleva en cuanto a pérdida de biodiversidad y posible contagio a las fuentes de agua del subsuelo de las que se abastecen algunas poblaciones.
Según datos del gobierno regional, más de 45 mil familias trabajan en el sector y dependen económicamente de la producción agrícola y de actividades asociadas como la producción de miel, la silvicultura y la ganadería de traspatio (explotación familiar con fines de autoconsumo).
Yucatán se desmarca ahora de la decisión de la SAGARPA (Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación del gobierno de México) de 2012, que permitía la siembra de semilla transgénica en siete estados, entre ellos Yucatán. Y se declara territorio en transición hacia la producción orgánica y agroecológica.
La agricultura ecológica va ganando terreno en Europa y Estados Unidos. Cada vez más consumidores se preocupan el efecto en la salud y en el medioambiente de los productos que consumen y demandan garantías al respecto. Tanto es así, que la agricultura ecológica se ha convertido en una opción interesante para muchos agricultores, que obtienen un mayor rédito por sus productos certificados como ecológicos.
En México, la agricultura ecológica aún es una práctica residual. Pero si la demanda de consumidores sigue creciendo, lo más probable es que la producción ecológica vaya escalando gradualmente y muchos estados puedan añadir la etiqueta ecológica a productos tradicionalmente destinados a la exportación como pueden ser los aguacates, los mangos o los plátanos.
Fuentes: Elaboración propia / Greenpeace México
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