Comprar de forma responsable implica hacer una elección verde, ética y social. Esto supone que lo que echemos a la cesta de la compra debe:
Asociaciones de consumidores como ASGECO o UNCUMA, entre otras, elaboran guías de compra responsable que explican los diferentes criterios a seguir para una compra sostenible. Por ejemplo, para saber qué producto conlleva un menor impacto ambiental, hay que conocer las fases de su ciclo de vida:
La última guía de compra responsable publicada por UNCUMA analiza 12 productos cotidianos y determina cuáles son los que menor impacto tienen sobre el medio ambiente. De esta manera, la guía asegura que la producción de detergente en polvo genera más de un 60% de residuos sólidos que la producción de detergente líquido; su consumo energético es un 45% mayor, al igual que sus emisiones de CO2 que superan en un 36% la producción de detergente líquido.
La guía responde con datos: tanto en emisiones de CO2, como consumo energético y de agua, los valores del empleo de una servilleta de papel no reciclada supera siempre al de tela: 34,2 kilos de emisiones de CO2 frente a los 0,2 de la de tela, e incluso en el consumo de agua, usar una servilleta de papel todos los días duplica el consumo de lavar una de tela. Para estar seguros de qué productos son más amigables con nuestro planeta, lo mejor es distinguirlos con las etiquetas y certificados ecológicos que aseguran un mínimo de exigencias ambientales en su ciclo de vida.
Adquirir un producto de temporada producido en una huerta local antes que otro que haya viajado miles de kilómetros para llegar a nuestra mesa es una decisión responsable. Comprar localmente disminuye el número de intermediarios y ayuda a aumentar los beneficios de la zona. La compra de productos de nuestro entorno apoya además a las comunidades rurales desfavorecidas por la migración a las ciudades y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del transporte.
Si vas a comprar productos como café, infusiones o incluso ropa, fíjate bien si lleva la etiqueta de comercio justo. Estos productos se basan en una filosofía cuyo objetivo es ayudar a los países en vías de desarrollo con el establecimiento de relaciones comerciales éticas y respetuosas, que mejoren las condiciones económicas y sociales de las comunidades.
Con todo, comprar de forma responsable implica valorar el producto más allá de su precio. Al practicar este tipo de compra, el consumidor aporta un valor añadido a su consumo, integrando valores sociales, ambientales y éticos en su decisión. Algo que no siempre es fácil, pero sí necesario.
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