En el origen de los tiempos, la energía que necesitaban nuestros ancestros equivalía a la estricta para cazar, recoger alimentos y en su caso calentarse y esto, en opinión del profesor Agustín Alonso, equivalía a unos 300 Watios/día. Las cosas han cambiado radicalmente, hoy no nos conformamos con sobrevivir, necesitamos además desplazarnos, disponer de ocio, de seguridad, de medicinas y hospitales, necesitamos comunicarnos, y así podríamos enumerar una larga lista de aspectos que usamos actualmente. Pero ¿podemos generalizar este comentario o solamente nos sirve para un colectivo importante que se puede permitir el uso cotidiano de esos productos y servicios?
Todo esto hace que nos encontremos con dos discursos permanentemente. En los países desarrollados con un alto nivel de renta la preocupación es la falta de suministro, el coste del suministro, y las implicaciones medioambientales del mismo. Por ello, encontramos a menudo en los medios de comunicación la preocupación por la estabilidad socio-política de los países productores, los niveles de stocks de los distintos combustibles y de los precios de los mismos. Además, teniendo en cuenta que el modelo económico de los países desarrollados y de los países emergentes está basado principalmente en el consumo de los combustibles fósiles, permanentemente preocupa el origen del petróleo y del gas natural y su transporte, las reservas de carbón y su incidencia en el medio ambiente. Más concretamente, si vemos los medios españoles, se suele hablar del déficit de tarifa eléctrica, de las primas de las renovables, del precio del gas, de las gasolinas y fueles, etc.Pero como se ha dicho antes, éstas son las preocupaciones del mundo occidental, del mundo de rentas altas, de los países desarrollados.
Sin embargo existe otro mundo, a veces mezclado con el anterior, donde las preocupaciones son de otro tipo. El mundo de los países en desarrollo, el de las personas que viven con menos de 1,5 dólares al día, el de los que tiene dificultades para llegar a fin de mes. Normalmente, no es fácil encontrar en los medios de comunicación las preocupaciones energéticas de estas personas. A estas personas les preocupa no tener electricidad en las escuelas de sus hijos, no tener electricidad en los dispensarios médicos, el no tener iluminación en sus calles que les ofrecería una mayor seguridad ciudadana, el no tener energía para sus pequeños talleres, el no disponer de energía para obtener agua suficiente, o no tener energía para posibilitar un desarrollo agrícola, en fin, todo lo anterior y un largo etcétera, esto no suele ser objeto de titulares en los medios.
Personalmente quiero denunciar esta falta de atención por parte de los medios de comunicación ya que el derecho a disponer de energía moderna como es la electricidad no sólo debe ser para los que tenemos la suerte de vivir en los países ricos, sino que debe ser un derecho universal, todos los ciudadanos del planeta tenemos que tener los mismos derechos básicos y la energía debe estar entre ellos.
No obstante, hay que señalar que las instituciones especializadas como son el Banco Mundial, la Agencia Internacional de la Energía, la Unión Europea, Naciones Unidas y otros, llevan tiempo haciendo énfasis en esta problemática y denunciando la penuria energética de muchos ciudadanos en el mundo. A este respecto la AIE ha indicado que todavía hoy existen en el mundo 1.400 millones de ciudadanos sin acceso a la electricidad, de los cuales el 85% se encuentran en zonas rurales, y estando una parte muy significativa de los mismos en el África subsahariana. Bien es verdad que se espera que de cara a 2.030 se reduzca ese número y se sitúe en torno a 1.200 millones, para lo que habrá que dedicar unas inversiones del orden de 36.000 millones al año. Como se observa no debería ser un problema financiero ya que estas inversiones representan menos del 3% del total de inversiones previstas para ese periodo.
Una primera conclusión a la que llego es que el problema energético en el mundo en desarrollo, no es ni un problema financiero ni tecnológico, tiene más que ver con la falta de concienciación, incluso conocimiento, del mundo desarrollado y la falta de interés real por resolver dicho problema.
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